
cambiante, iridiscente y frágil.
Sentir la tenuidad de su envoltura:
el chantaje fácil, la protección incierta.
No es más frío ni más triste el otro lado.
Romper en mil gotitas su alma de jabón
y saltar al vacío sin esferas de engaño.
La paloma, Alberti, Serrat y yo
Papá cantando ese poema convertido en canción susurrada, masticada y enfatizada en ese se equivocaba sólo podía indicar que sus deseos, ilusiones, esperanzas o sueños no estaban allí, en aquel lugar y situación, que su corazón no estaba en esa casa y que el estado de confusión orientativa, temporal y vital iba tomando cuerpo…
Yo creo que no era consciente de la relación tan unívoca o biunívoca, no sé, fuera tan clara pero deben tener razón porque aún hoy, que he tenido un día gris oscuro, me he sorprendido cantando “se equivocó la paloma, se equivocaba”.
Algo de eso le debió pasar a Serrat cuando añadió ese se equivocaba detrás de cada dos versos, que como se puede comprobar más abajo no figuran en el poema original.
Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.)
Argentina , mon amour (2)
Viene al caso porque ayer vi una película española, “Pagafantas” en la que la causa de todas las frustraciones, pequeñas desgracias, equívocos y demás situaciones suavemente trágicas e incluso las situaciones cómicas en las que se ve envuelto el protagonista, vienen de la mano de una preciosa argentinita provocadora, enredante, generadora de ambigüedades, pero, como no, encandiladora y pelín tramposilla.
Vuelve pues el cine a mostrarme/demostrarme esa idiosincrasia especial, esa argentinidad capaz de estrujar el jugo de la vida y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, estrujar la savia del inocente y enamoradizo varoncito español (vasco, perdón) que se cruza con intenciones erótico-amorosas y recibe a cambio abrazos fraternales, una boda que le facilite a ella la nacionalidad (esta vez sí, española) y un inesperado viaje.
La mocita, además se cachondea, de buen rollo, de nuestra forma de hablar: tan solemne, tan rotunda, tan golpeadita, tan salpicada de tacos con mucha “ñ” y mucha “j”.
El cartel publicitario lo dice todo: la jovencita se le/nos sube a la chepa… tan sonriente, tan natural.
Y ya que estamos... la película es una fresca comedia con diálogos ágiles, situaciones juveniles (ay, diría Umbral) que te hacen sonreír junto a reflexiones de adultos sobre la química del enamoramiento y los signos diferenciadores de lo que únicamente puede ser sólo amistad; apuntes que no por conocidos dejan de tener su aquél, su recuerdo, su cosa.
Para pasar, en fin, una buena tarde de domingo, justo antes de que recuerdes que el día siguiente es lunes.
Claudio Arrau: Un sonido de bronce
De todas formas y en mi descargo diré que considero habitual y fácilmente observable que el personal es más duro con la gente que quiere que con la que le es indiferente.
Hasta aquí el rollo introductorio y creo que poco convincente.
Sobre su biografía, su precocidad, su talento, sus premios, etc. remito al “desocupado lector” al buscador de buscadores de internet, el dios google.
Yo, que no sé música (ni leerla ni interpretarla), que soy solo oyente (eso sí oyente enamorado), me emociono escuchando a don Claudio como no me sucede con ningún otro interprete del piano.
Y creo que ese arrobamiento que me provoca, lágrimas incluidas en alguna pieza en concreto, no viene de su reconocida técnica ni de su también reconocido virtuosismo (empleado, según dicen, solo cuando es totalmente requerido por la obra) sino por que tengo la sensación de que cuando toca las teclas, ya sea con fuerza, ya sea como acariciándolas, está imbuido por el mismo sentimiento que inspiró al compositor. Es decir, pienso que Arrau ha estudiado a fondo el estado anímico y el significado que subyace bajo lo que aparentemente son solo garabatos (perdón) en una partitura que luego se transformarán en vibraciones del aire, que a su vez…; bueno, pues esa transmisión/transmutación la hace sin traducción simultánea, sin intermediarios, y yo me creo capaz de “sentirla” como si fuera la versión original y virginal: solo para mis oídos y mis sentimientos.
Por decirlo de otro modo, pienso que Arrau funde todas las almas: la suya, la del piano, la de la música y la del genio que la creó; y cuando lo ves interpretar percibes en su mirada que no está allí, en la sala de conciertos, sino en un nivel más alto, superior, inalcanzable, etéreo, comulgante con el arte más abstracto y universal de todas las artes.
Recomiendo toda su discografía, pero si se tiene la oportunidad de ver/escuchar el recital que ofreció con motivo de su ochenta cumpleaños se podrá entender todo lo que con tan escasa fortuna y un tanto de ñoñería he querido expresar. Sus ojos de anciano, azulados por la edad, sus dedos que no responden al canon de lo que entendemos por “manos de pianista” y sus torpes movimientos antes de ocupar la banqueta o al incorporarse para saludar… todo eso se transfigura en espíritu ya sin forma corpórea, sin achaques, que te traslada a un paraíso que debió tener esa música de fondo.
Si otra vida existiera, Beethoven, Bach, Liszt, Schubert, Chopin… seguro que se rompieron las manos aplaudiendo.