viernes, 27 de noviembre de 2009


No es mío el poema, evidentemente, pero hoy y aquí lo siento como propio:

Retornos del otoño

Nos dicen: Sed alegres.
Que no escuchen los hombres rodar en vuestros cantos
ni el más leve ruido de una lágrima.
Está bien. Yo quisiera, diariamente lo quiero,
mas hay horas, hay días, hasta meses y años
en que se carga el alma de una justa tristeza
y por tantos motivos que luchan silenciosos
rompe a llorar, abiertas las llaves de los ríos.
Miro el otoño, escucho sus aguas melancólicas
de dobladas umbrías que pronto van a irse.
Me miro a mí, me escucho esta mañana
y perdido ese miedo
que me atenaza a veces hasta dejarme mudo,
me repito: Confiesa
grita valientemente que quisieras morirte.
Di también: Tienes frío.
Di también: Estás solo, aunque otros te acompañen.
¿Qué sería de ti si al cabo no volvieras?
Tus amigos, tu niña, tu mujer, todos esos
que parecen quererte de verdad, ¿qué dirían?
Sonreíd. Sed alegres. Cantad la vida nueva.
Pero yo sin vivirla, ¡cuántas veces la canto!
¡Cuántas veces animo ciegamente a los tristes,
diciéndoles: Sed fuertes, porque vuestra es el alba!
Perdonadme que hoy sienta pena y la diga.
No me culpéis. Ha sido
la vuelta del otoño.

Rafael Alberti

1 comentario:

Hosco dijo...

Como traslucen este párrafo y el sucesivo, mi conocimiento de la obra del “otro” Rafael Alberti es político, tópico y marinero.
El poema que hoy rescatas parece perdido en otro impulso vital, en otro substrato, en otro poeta, en otra arboleda, en otro fundido en negro escandinavo.
Demasiado otoño. Demasiados adverbios de modo acabados en “mente” para la desesperanza de mi arquicortex. Si el principio de causalidad no ha optado por el INEM, el colofón más optimista que vislumbro es la inmediatez del rigor del invierno ártico.
El poema no ha soliviantado mi procacidad. Mal asunto.
saludos