jueves, 30 de octubre de 2008


El arte de la tortura

Sé que usted posiblemente no compartirá mi opinión pero aún así quiero expresarla: el bonsái me parece una aberración.
Creo que es un intento de miniaturizar y de humillar la belleza natural de los árboles con un afán envidioso de dominación, de domeñar su orgullo (que no es tal) y situarlos en una escala inferior, manejable por el hombre esclavizador en nombre de una belleza artificial y sufriente. No tengo más que observar las herramientas utilizadas para su "formación y su modelado", para que me vengan a la mente expresiones como "refinamiento sádico" y otras por el estilo.
Los japoneses ya fueron maestros en reducir los pies de las mujeres en aras de una feminidad castradora .
¡Dejemos en paz a los árboles y admiremos su grandiosidad en su propio entorno!

domingo, 19 de octubre de 2008



Rebuscando entre los artículos de Francisco Umbral he encontrado esta reflexión suya que quiero compartir con quienes como a mí (y a Robin) admiramos a ambos.




Recuerdo que nos vendieron a Cioran, hace años, como una especie de Nietzsche de diseño, como un manjar no apto para golosos, como un rumano desesperado y suicida que predicaba la muerte todos los días en un francés brillante, barroco, amonedado de frases, paradojas, sentencias e ironías. A mí también me fascinó Cioran.
.La tentación de existir y todo eso. Esa manera de decir las cosas del revés. Luego descubrí que Cioran escribía siempre el mismo libro de aforismos, sin preocuparse de estructurar nada, y me cansé un poco de tanta belleza, que al final estraga y hastía si no contiene más elemento trágico que el puramente retórico. Cioran decía que no a la vida, pero lo decía tan bien que su negación se convertía en una afirmación de vida, en una prosa exaltante que nos llenaba de amor por la palabra, y en consecuencia por todo lo que las palabras nombran. Al final, el pensamiento negativo de Cioran resultó un pensamiento débil, porque él no se suicidó nunca y ha muerto de viejo. Siempre volveremos a Cioran como a uno de los grandes anarcoindividualistas de este siglo, pero Cioran tiene un aspecto «comercial», digamos, que le hace muy representativo de nuestro tiempo. Cioran, a fin de cuentas, especuló con la Nada, la Muerte, el Suicidio, las grandes mayúsculas de siempre, vendió todo eso muy bien y aquí no ha pasado nada.













El hibisco del patio de mi casa sigue floreciendo profusamente a pesar de la entrada del otoño; de 20 a 25 flores siguen abriéndose todos las mañanas para cerrarse al anochecer y morir cuando nadie las ve, en la oscuridad, discretamente, en silencio. Solo que ahora, en estos días en que la luz es menos intensa y los días son más cortos el proceso se ha ralentizado: el despliegue espiral de sus pétalos es más lento, más abúlico y si bien el color rosa parece más intenso se intuye la desgana y el cansancio de tantos días de un trabajo inútilmente hermoso. Y digo “inútilmente” porque el hibisco, por la posición de sus órganos sexuales está condenado a la esterilidad, a no fructificar; sus flores, al día siguiente de su esplendor caen al suelo, enrolladas y ajadas. El polen, que fabrica en abundancia, mira hacia arriba a los estigmas (cinco botoncitos rojos, aterciopelados y coquetos) sin ninguna posibilidad de saltar hacia ellos y cubrirlos con su también precioso polvillo amarillo intenso.
Y esta tragedia “natural”, esta incomunicación desde la cercanía, se repite cotidianamente, mientras los botánicos se limitan a describir: “La rosa china, cucarda, hibisco, papo o cayena (Hibiscus rosa-sinensis), es un arbusto perennifolio de la familia de las Malvaceae, nativa de Asia oriental. Crece como planta ornamental en trópicos y subtrópicos. Las flores son grandes…”

¿Hay muchos hibiscos entre los seres humanos?

viernes, 10 de octubre de 2008

















Desde hace unos meses estoy instalado en esa edad eufemísticamente llamada "otoñal".
¿Cómo lo llevo? Mal, gracias.
Desde hace años me añado años a los años que ya tengo, por aquello de irme adaptando. Vano empeño: me ha pillado en bragas y además con estos pelos. Mi hermana, ya jubilada de su tareas docentes está estudiando cual posesa otra licenciatura y luego piensa completar su formación con … “ya veremos, pero nunca dejaré el ámbito universitario”.
Me admira su visión de futuro, yo hace mucho tiempo que no lo tengo (dudo de si lo he tenido alguna vez); para mí, como para los niños cuando se les pide aplazar un deseo, el mañana no existe. Nunca he hecho planes, circunstancia ésta que siempre ha cabreado en extremo a las personas con las que he convivido, por ejemplo cuando se trataba de planificar viajes.
¡ Mira que siempre lo he advertido! Encárgate tú... a mí me montas en el coche y juro ser un buen copiloto, paciente y amable… pero no, cuando se acercaban las vacaciones empezaban los reproches y las acusaciones de pasotismo y apatía, con lo cual desaparecían las ganas que con gran esfuerzo pretendía yo acumular.
Bueno, pues de la anécdota al concepto: me siento incapaz de planificar;mi vida ha sido y es una sucesión de aconteceres que se suceden y me suceden. Lo único que sé hacer, y mi pereza me lo impide generalmente, es ser cronista de lo ya sucedido, de manera que siempre estoy viviendo con retraso. “Tenía los ojos en el cogote de tanto mirar atrás” escribió alguien sobre otro alguien.
Pero ahora me ha entrado la fiebre de que tengo que organizar el resto de mi existencia, mejor dicho que debo vivir como si fuera el último día y heme aquí rompiéndome los cuernos, intentando seleccionar , escoger, descartar, separar el trigo de la paja, etc.
Ardua tarea si se considera, además, el poco tiempo que le dedico a estos menesteres, atareadísimo como estoy en encontrar libros que no me aburran a las cincuenta páginas, ver nuevas películas que no me den la impresión de “ya vistas”... aprender a decir ¡no a la gente que no me aporta nada, dejar de asistir a reuniones pretendidamente interesantes pero llenas de lugares comunes, no soportar parejas troqueladas por los mismos moldes, fotocopias de fotocopias de lo que un día fueron (cuando no decían “nosotros” , sino “yo”)…Y así hasta la nausea. Por eso me he refugiado en mis libros favoritos, en los discos que siguen haciéndome vibrar, en las películas que sigo amando, en unos pocos amigos que responderían activamente a una llamada a las cuatro de la madrugada y me encierro cada vez más en ese micromundo y siento lenta pero inexorablemente que el mundo real me es más “ancho y ajeno”.
¡Usted me dirá qué cesto se puede hacer con estos mimbres!
Desde esta página me gustaría rescatar el sabor antiguo de compartir, de ofrecer y de dar como cuando eramos inocentes y confiados.
Mientras tanto he pensado escribir unas memorias, reflexionadas y , por tanto quizás deformadas pero siempre sinceras, que andan perdidas en archivos, fragmentos dispersos aquí y allá del disco duro, pasarles la herramienta “desfragmentar” y… ¡ ver qué sale!