domingo, 19 de octubre de 2008



Rebuscando entre los artículos de Francisco Umbral he encontrado esta reflexión suya que quiero compartir con quienes como a mí (y a Robin) admiramos a ambos.




Recuerdo que nos vendieron a Cioran, hace años, como una especie de Nietzsche de diseño, como un manjar no apto para golosos, como un rumano desesperado y suicida que predicaba la muerte todos los días en un francés brillante, barroco, amonedado de frases, paradojas, sentencias e ironías. A mí también me fascinó Cioran.
.La tentación de existir y todo eso. Esa manera de decir las cosas del revés. Luego descubrí que Cioran escribía siempre el mismo libro de aforismos, sin preocuparse de estructurar nada, y me cansé un poco de tanta belleza, que al final estraga y hastía si no contiene más elemento trágico que el puramente retórico. Cioran decía que no a la vida, pero lo decía tan bien que su negación se convertía en una afirmación de vida, en una prosa exaltante que nos llenaba de amor por la palabra, y en consecuencia por todo lo que las palabras nombran. Al final, el pensamiento negativo de Cioran resultó un pensamiento débil, porque él no se suicidó nunca y ha muerto de viejo. Siempre volveremos a Cioran como a uno de los grandes anarcoindividualistas de este siglo, pero Cioran tiene un aspecto «comercial», digamos, que le hace muy representativo de nuestro tiempo. Cioran, a fin de cuentas, especuló con la Nada, la Muerte, el Suicidio, las grandes mayúsculas de siempre, vendió todo eso muy bien y aquí no ha pasado nada.

1 comentario:

Ángel Fondo dijo...

Descubrí a Ciorán gracias a ti, no soy capaz de recordar hace cuantos tiempo, Umbral nos seduce a los dos, yo pienso que es por aquello de que sus textos parecen una inagotagle riada que fluye como si no tuviera límite, además con cierta naturalidad lírica, cosa que ambos valoramos porque tenemos inclinación a escribir así (tal vez yo un poquito más que tú, pero no tanto como crees).
En este fragmento, nuestro Umbral hace uno de esos ejercicios de los que tanto gustaba, diseccionar con su inevitable prepotencia el universo que manejaba Ciorán, cómo si ese no-suicidio del que habla empañara la sinceridad de sus pensamientos negativistas. Yo dejaré en paz a los muertos y seguiré gozando de sus escritos, que así como cuando escucho un tango amargo recupero un poco el optimismo por aquello de ver lo mal que podrían estar las cosas, con Ciorán me sucede lo mismo.

Un abrazo,