jueves, 30 de octubre de 2008


El arte de la tortura

Sé que usted posiblemente no compartirá mi opinión pero aún así quiero expresarla: el bonsái me parece una aberración.
Creo que es un intento de miniaturizar y de humillar la belleza natural de los árboles con un afán envidioso de dominación, de domeñar su orgullo (que no es tal) y situarlos en una escala inferior, manejable por el hombre esclavizador en nombre de una belleza artificial y sufriente. No tengo más que observar las herramientas utilizadas para su "formación y su modelado", para que me vengan a la mente expresiones como "refinamiento sádico" y otras por el estilo.
Los japoneses ya fueron maestros en reducir los pies de las mujeres en aras de una feminidad castradora .
¡Dejemos en paz a los árboles y admiremos su grandiosidad en su propio entorno!

4 comentarios:

UMA dijo...

No habìa pensado nunca en esta apreciaciòn tuya.
Por lo general esto se nos muestra como un arte, parte de una cultura que nunca llegaremos a comprender completamente los occidentales.
Vièndolo desde tu mirada, estoy de acuerdo.
Uff Quercus, hacemos tantas cosas raras y tràgicas con nuestra naturaleza!
Un placer conocerte, te he visto en el blog de mi amigo Robin.
Un abrazo

Ángel Fondo dijo...

Si jugamos a intentar encontrar paralelismos, aún tengo en mente el del hibisco, podríamos pensar que el continuo afán de dominación que desde siempre ha tenido el hombre para con el hombre, tanto a nivel de imperios como individual, (relación familiar o de pareja) es, tal vez, la raíz del machismo o de esa intrínseca violencia que adormecida en cada uno, súbitamente brota, y nos sorprende hasta a nosotros mismos.
En fin, estoy contigo en lo del refinamiento de ese dominio que se intenta ejercer contra la naturaleza, aunque siempre habrá alguien por ahí que pudiera confundirlo con “civilización”. Pensemos y meditemos en qué algún motivo poderoso existirá si para encontrar la paz simplemente necesitamos acercarnos a esa naturaleza cercana: el mar, un amanecer, adentrarse en el bosque, disfrutar del lento crecimiento del limonero…recuerda aquella película “el sol del membrillo” y sus tiempos lentos y reales como la vida…

Un abrazo, nos vemos.

Anónimo dijo...

Era una magnífico tamarindo viejo, lleno de frutos
y con tiernas hojas nuevas. Crecía junto a un río profundo, estaba bien regado y dba suficiente sombra para animales y hombres: Siempre había cierto bullicio y alboroto desarrollándose bajo él, alguna charla ruidosa, un ternero llamando a su madre. El árbol tenia bellas proporciones y era espléndida su forma recortada bajo el cielo azul, tenía una vitalidad siempre joven, cuando se alzara la luna llena y casi roja trazando un sendero de plata sobre la danzantes hojas, habría regocijo en la aldea vecina y en la que estaba al otro lado del río. En los feriados religiosos, los aldeanos bajaban hasta las orillas cantando bellas y melodiosas canciones, después acostumbraban poner una guirnalda al pié del gran árbol, y cenizas rojas y amarillas alrededor del tronco, porque él también era sagrado, como lo son todos los árboles..
Pobres bonsays, que estúpidas son las tradiciones, malditas repeticiones, alimentadas por mentes incapaces de pensar y en las que no entra la luz.

Lakshmi

Anónimo dijo...

*danzantes aguas, esto me ocurre por no repasar, :)

Lakshmi