domingo, 19 de octubre de 2008














El hibisco del patio de mi casa sigue floreciendo profusamente a pesar de la entrada del otoño; de 20 a 25 flores siguen abriéndose todos las mañanas para cerrarse al anochecer y morir cuando nadie las ve, en la oscuridad, discretamente, en silencio. Solo que ahora, en estos días en que la luz es menos intensa y los días son más cortos el proceso se ha ralentizado: el despliegue espiral de sus pétalos es más lento, más abúlico y si bien el color rosa parece más intenso se intuye la desgana y el cansancio de tantos días de un trabajo inútilmente hermoso. Y digo “inútilmente” porque el hibisco, por la posición de sus órganos sexuales está condenado a la esterilidad, a no fructificar; sus flores, al día siguiente de su esplendor caen al suelo, enrolladas y ajadas. El polen, que fabrica en abundancia, mira hacia arriba a los estigmas (cinco botoncitos rojos, aterciopelados y coquetos) sin ninguna posibilidad de saltar hacia ellos y cubrirlos con su también precioso polvillo amarillo intenso.
Y esta tragedia “natural”, esta incomunicación desde la cercanía, se repite cotidianamente, mientras los botánicos se limitan a describir: “La rosa china, cucarda, hibisco, papo o cayena (Hibiscus rosa-sinensis), es un arbusto perennifolio de la familia de las Malvaceae, nativa de Asia oriental. Crece como planta ornamental en trópicos y subtrópicos. Las flores son grandes…”

¿Hay muchos hibiscos entre los seres humanos?

2 comentarios:

Ángel Fondo dijo...

Quercus, amigo, recuerdo el texto y sabes que me gustó cuando me lo mostraste, además esa reflexión en paralelo con la esencia de la soledad humanas y su influencia en amores que nunca prosperan o amistades que no fructifican es, posiblemente, debido a que en la gran mayoría de las ocasiones nuestras esferas, esas en las que somos islas, se rozan sin llegar nunca a la caricia, y hasta diría que con cierta desidia inapreciable para uno mismo. Razonándolo fríamente esto parece una particularidad de esa venganza que la naturaleza parece utilizar para que no pensemos en esto de vivir como si fuera un juego, sino que hay una ley de supervivencia de la especie, siendo condicionados y gobernados por ella durante este pasar lo mejor posible por la vida.
Pero aún así, juguemos todo lo posible, que le den…

Un abrazo.

monicalvarez dijo...

Hermosos los hibiscos.Por ser flores se les perdona.Igual que ellos,existen seres humanos que que padecen de esterilidad no solo física sino también mental y afectiva.
Por lo tanto me quedo con los hibiscos.
Saludos desde Chile