jueves, 11 de junio de 2009


Más sobre:"Dias de radio"

Al contrario de lo que le sucede “supuestamente” a Serrat, mis amigos no son unos atorrantes sino gente muy responsable, comprometida con el mundo que nos ha tocado vivir y que, con mayor o menor fortuna, –más bien poca pero no desfallecen, están/estamos habituados a perder batallas pero nos queda un resquicio de esperanza en no perder la guerra- han aportado y siguen aportando su granito de arena en pos de una sociedad más justa e igualitaria.

En mi entrada anterior Antonio Rey nos hablaba de Castilla del Pino, con aspectos creo que poco conocidos de su personalidad, (sus luces y sus sombras), ahora tengo el placer de cederle la palabra a Julio García Camarero, un hombre que desde su doctorado en Geografía (es también Ingeniero de Montes) ha dedicado buena parte de su carrera profesional al campo de la investigación en temas ecológicos, al margen de su faceta de analista de la economía política. Pues bien, Julio me ha hecho un hueco en sus actividades para enviarme un trocito de sus memorias a propósito de sus recuerdos sobre los tiempos de cuando la radio era un punto central de nuestras vidas y al que yo dediqué un post que él califica generosamente de umbraliano (esto son amigos).

Mi agradecimiento porque sé que cuando lo escribió estaba acabando su último libro “El crecimiento mata y genera crisis terminal”, de obligada lectura para los que quieran estar al corriente de "¿cómo va la cosa?".



"Javier he leído con placer el texto de tu blog sobre la radio, tiene un buen estilo literario. Me recuerda algo al de Paco Umbral. Además me ha trasladado a una época, que como bien dices, era una época mágica. También me ha traído a la memoria una serie de vivencias del momento histórico, algunas de ellas no mencionadas por ti, tal vez porque entonces tú eras demasiado niño.


Las más antiguas se remontan hacia el final de los años ´40, cuando mi hermanastro Ángel, que estaba terminando la carrera de ciencias naturales y que había sido radiotelegrafista en la guerra civil española en un puesto de Somosierra de la zona republicana. Ángel estaba construyendo una radio galena a partir de unos elementos extremadamente simples: un trozo de piedra galena y poco más. Una radio que se oía extremadamente bajito pero que se entendía perfectamente lo que decía el locutor, aunque fuera con una voz un poco gangosa. Precisamente este volumen de voz tan bajo es lo que otorgaba a esta simplísima radio un aspecto aún más misterioso.
A mí la galena me parecía una piedra milagrosa y fantasmal, con sus brillos metálicos que atraían las voces de lugares remotos.
Yo estaba absolutamente asombrado de mi hermanastro, que tenía dieciséis años más que yo, porque sabía esas cosas tan imposibles de comprender para mí.


Por aquellos años de posguerra, en casa de mis padres había una sola radio, era de las de válvulas con su diáfano sonido; entonces aún no habían aparecido los ramplones transistores. Consistía en una cajita que tenía solo dos botones giratorios: uno de sintonía, para buscar de oídas la emisora deseada, y ello, después de haber percibido otras y sobre todo una serie de gruñidos y de pitidos; y otro botón para graduar el volumen de emisión. Las de entonces eran radios que en cuanto llevaban un buen rato encendidas comenzaban a calentarse y a carraspear. Se ve que las conexiones, por la dilatación del calentamiento tendían a separarse y a vibrar, la solución para superar este problema, y que todo el mundo practicaba, consistía en dar con la mano un golpecito en la parte alta de la caja de la radio y de esta forma, misteriosamente volvía a oírse la voz o la música; puede que con el golpe se volvieran a unir los cables medio sueltos. Daba buenos resultados.


Luego, en el comienzo de los años ´60, coincidiendo con la aparición de la televisión en blanco y negro, apareció el ojo mágico de la radio. Por entonces, yo estudiaba y trabajaba a la vez; trabajaba de auxiliar de meteorología en el aeropuerto de Barajas, lo que me permitió poder comprar en el economato del Ministerio del Aire, una radio que aún era de válvulas, aunque ya estaban comenzando a salir al mercado los transistores, más caros que las válvulas, pero que ya poseían un amplio dial para poder sintonizar, y no solo de oído, sino viendo como se iba desplazado el indicador sobre los nombres de los diversas ciudades que se podían sintonizar, y que estaban escritas a lo largo de toda la banda del dial: Londres, Nueva York, París,… Además, ya tenía seleccionador de onda podía ser: onda corta, onda media e incluso la novísima FM. A mí la que más me gustaba era la onda corta porque con ella podías coger emisoras extranjeras en español, e incluso alguna árabe con su monótona música que se oía casi de continuo.

Además tenía el “ojo mágico”, que a mí me embelesaba.Consistía en una especie de pequeña lámpara, incrustada en el vidrio del dial, en cuyo interior tenía una especie de abanico luminoso verde que se iba cerrando al unísono que iba mejorando la calidad de sonido, el óptimo lo conseguías cuando lograbas (a base de mover el botón de sintonía) que el abanico apareciera totalmente cerrado, lo que no se conseguía con todas las emisoras.


Pero volvamos a los inicios, a los años ´40 - ´50. Entonces era de lo más familiar comer o cenar la familia en pleno, los portales los cerraban a las diez de la noche. En mi casa así lo hacíamos, apretujadamente alrededor de una mesa camilla los siete u ocho hermanos, a la vez que escuchabamos el “Parte” (las noticias) y luego la radionovela narrada por diversos locutores y locutoras; todo un derroche de expresividad narrativa que nos emocionaba. Y si algunos de los hermanos tenían que salir de la pequeña habitación por alguna causa mayor, tenían que hacerlo “entre trompetas y caballos” como decía mi burgalesa madre, en una expresión castellanísima, casi medieval.

A parte de las radionovelas había otros programas de concursos de humor, etc.
Un programa de concurso que tuvo gran éxito fue el de Doble o Nada del argentino Boby Deglané, en buena parte su éxito se debió a que rompió con la monocorde programación en castellano estricto (del que nos habla Javier) introduciendo el cantarín acento argentino; hay que considerar que en los años 50 en España casi no se viajaba y que casi no habían extranjeros, estos sólo comenzaron a llegar en los ´60, cuando Fraga empezó a potenciar el turismo playero.
En cuanto a los programas humorísticos eran bastante oídos y diversos. Así sucedía con "Esparadrapito" un humorista bastante carca que se mofaba de que un hombre deseara tener una cocinita y que incluso llegara a ponerse un delantal. Luego vino el Zorro, me parece recordar que también tenía acento suramericano, cuyo programa comenzaba con una breve sintonía-canción que decía:

Ya está aquí el Zorro zorrito,
para mayores y pequeñitos.

Luego vinieron los de La Codorniz en emisión de radio cuya sintonía únicamente era el slogan:

Oiga usted la codorniz,
con la oreja en la nariz.

Y ya en plenos años ´60 apareció el programa de Tip y Top, programa preámbulo del después televisivo Tip y Coll, así como el exitoso humor de Gila, al teléfono, narrando las bárbaras bromas de pueblo o emitiendo una operación de riñón a modo de como se transmite un partido de fútbol.
Otra cosa súper típica de la radio era oír cantar, el 22 de diciembre de cada año, a los niños del colegio de San Ildefonso los números de la lotería, con la monotonísima letanía de... diez mil pesetas... entonces 10.000 pesetas era todo un premio de lotería. Estos cánticos de vez en cuando iban seguidos, en las pausas, del ruido que hacían las bolas al chocar dentro del bombo en movimiento giratorio. Era una canción incluso aún más navideña que los propios villancicos.

Pero, tal vez, el recuerdo de la magia de la radio que mas perdura en el subconsciente de nosotros, las personas mayores, sea el de la publicidad radiofónica. Eran unos anuncios los de entonces que de puro ingenuos resultaban encantadoramente naifs, casi siempre acompañados de canciones ratoneras y pegadizas, pero que pese a lo rudimentarios que eran, ello no dejaba de darles una gran efectividad a su cometido: quedarse bien clavados en el cerebelo de radioyente. Y así es: hoy después de más de medio siglo, los recuerdo como si los hubiera oído ayer, y eso que yo siempre fui un mal estudiante a causa de mi pésima memoria. Sí, aún recuerdo algunos de aquellos anuncios-canciones, como:

Mi novia con su vestido
va llamando la atención,
por su bello colorido,
porque está muy bien teñido,
causa siempre la admiración.

Y esta gran admiración era porque iba muy bien teñido. Dos eran las finalidades de los tintes caseros de entonces, hoy en total desuso, en primer lugar, una finalidad un tanto necrófila, para teñir de negro todos los vestidos cuando se hacia preciso guardar el inevitable luto tras la muerte de algún familiar y en segundo lugar por una causa más ecológica y sana:para evitar caer en el consumismo de cambiar cada año de vestido pues al teñirlo parecía otro.
También causó cierto furor un anuncio para el dolor de cabeza que decía así:

Y al emprender un viaje,
Por lo que pueda pasar,
Al hacer el equipaje
meto un sobrecito okal.
Okal, okal, es enemigo del dolor,
Okal, okal, es un producto superior.

U otro para el alivio de la garganta:

Koki, Koki, Koki, debes de tomar
Cuando en la garganta sientas malestar
¡Koki!, ¡Koki!, ¡Koki!.

Y podíamos seguir mencionando canciones publicitarias radio-emitidas casi de forma indefinida como la de:

Yo soy aquel negrito
Del África Occidental...
Es el Colacao desayuno y merienda, etc.

En la radio de mis padres, más antigua y elemental, oía con gran dificultad la radio pirenaica, pues el régimen franquista la boicoteaba interfiriéndola con un parásito que consistía en un fortísimo zumbido, por lo que sólo se oía a los locutores de la Pirenaica muy dificultosamente y como si estuvieran en un lugar muy alejado, como si estuvieran en otro mundo. En realidad, si que estaban en otro mundo, o al menos en otra concepción.

Ya en los años 60, con la radio que compré en el Ministerio del Aire y que ya tenía ojo mágico conseguía eludir o marginar un poco el parásito franquista y oír algo más nítido a los locutores de la Pirenaica. También conseguía sintonizar con radio Moscú, radio Praga, radio Londres, en español. Pero prefería la Pirenaica aunque me levantara dolor de cabeza. Escuchaba frases como porque el Ministro de Injusticia dice que…, o las canciones del Chicho
, como las del gallo negro gallo rojo, o la de si mi hermano se levanta,… en el verano del ´62 por la Pirenaica compaginaba noticias como las de la huelga de los mineros de Asturias o la de la puesta de Yuri Gagarin en el espacio."