jueves, 27 de mayo de 2010



The Shadows

Nosotros, a los Shadows, les llamábamos al principio “Los The Shadows” con la redundancia interlingual del artículo, propia de nuestra ignorancia y de que entonces el idioma de referencia era el francés, que chapurreábamos con poca fortuna pero que al menos nos sonaba: bien por estar estudiándolo, bien porque nuestros padres iban al vecino país del norte a trabajar temporalmente.

Tengo el honor de haber sido en mi pandilla el primero que escuchó a los Shadows gracias al programa musical Discomóder que presentaba el incombustible Enrique Ginés.

“Apache” fue la melodía definitoria y abanderada del grupo y constituyó una verdadera conmoción el hecho de que un conjunto musical pudiera llegar a ser famoso en aquellos tiempos del Dúo Dinámico, con una pieza únicamente instrumental.

Y qué instrumentos: una guitarra solista (H.Marvin) que sonaba etérea; una guitarra de acompañamiento (B.Welch) que no le disputaba protagonismo pero que cumplía a la perfección su papel con un timbre brillante y claro; un contrabajo que por primera vez era eléctrico y que se permitía hacer solos (J.Bennet) y una batería digna de pertenecer a una banda de jazz (T.Meehan, ya fallecido). Se podía seguir con nitidez cada uno de los instrumentos.

Un sonido limpio, transparente, sencillo, conjuntado a la perfección: mozartiano, si se me permite la irreverencia juvenil.
Pero además transmitían alegría, ganas de vivir, era una música antidepresiva para mí que ya cuando entonces tenía cruzamientos de cables.

Desde entonces (han pasado más de cuarenta años) sigo haciendo proselitismo activo y en determinadas épocas he debido resultar más pesado e incondicional que el Ejército de Salvación. Baste decir que la primera música que oyeron mis tres hijos casi recién salidos de sus madres fue “Nivram”: no mostraron sorpresa ni rechazo, todo lo contrario, debió devolverlos al útero en donde ya la habían escuchado amortiguada y que, pienso, no debía diferir mucho del ritmo cardíaco materno.

La prueba es que para dormirlos los paseaba interpretando la melodía con los labios que trataban de imitar a la guitarra de Marvin y con los dedos presionaba dulcemente sobre el culito empaquetado marcando el ritmo del contrabajo. No fallaba, se quedaban fritos a la segunda o tercera repetición, sin contar con el ligero mareíllo que debía provocarles mis danzas improvisadas.

“Nivram”, además, fue durante mucho tiempo la sintonía del programa dedicado a la predicción meteorológica y en la tele, entonces en blanco y negro, salían unos paraguas bailando al son de la musiquita.

Me sé de memoria casi todas sus canciones, nota a nota, sobre todo las de la primera época (principios de los sesenta); después hubo cambios en la formación, el batería y el contrabajo, que aunque fueron sustituidos por buenos profesionales su música decayó o dejo de ser novedad, el caso es que llegaron los Beatles, los Rolling y todo dio un vuelco.

Los Shadows parecieron de repente: anacrónicos, desfasados e incluso cursis en su manera de estar en el escenario, con sus trajes impoluta e inequívocamente ingleses, en fila los tres guitarristas, haciendo unos pasitos al unísono cuando querían recalcar lo más rítmico de la melodía. Cursi, ya digo.
Sus actuaciones, en espacios cerrados y embutacados habitualmente, no permitían las efusiones de los conciertos de la nueva ola, ni me imagino al respetable hasta la coronilla de anfetas, ácidos, etc.

Era un público de los que nuestros padres definirían como una juventud sana aunque no les gustaran los chilliditos de las quinceañeras. No sabían ellos que cuando Paganini tocaba el violín, melena al viento y de forma virtuosamente endiablada, también las cortesanas se arrojaban a sus pies o se desmayaban.

Unos cuantos incondicionales seguimos comprando los discos de los Shadows, cada vez más planos, aguantando la decepción y esperando el milagro de la resurrección.

Marvin grabó discos en solitario que fueron un fracaso comercial y en su concierto de despedida volvieron a sus melodías clásicas para unos fans que lucían canas, calvas, barriguitas (ellos) y pelos tintados y cuerpos deslucidos (ellas). También había jóvenes, pero jóvenes también hay en la Iglesia o el PP, o sea.

Las pocas veces que me decido a subirme a la cinta andadora o que tengo que animarme sigo poniendo una selección de los Shadows, cuyo líder, Marvin --me dice el director de marketing de Fender en España-- sigue siendo o ha sido el mejor en el manejo del vibrato.

Sus sucesores: Mark Knoffler, Eric Clapton, Roger Waters (Pink Floyd) me dan la razón en que no andaba muy equivocado al pensar que ha sido el mejor conjunto instrumental de “música moderna” de todos los tiempos, dicho esto con toda la parcialidad y subjetividad de que soy capaz.

P.S. Si mi amigo Salvador (el de la Fender) que sabe de guitarras y de música mucho más que yo, que aporte datos o que me desmienta, y si no lo hace, vale lo dicho.

viernes, 21 de mayo de 2010


Sigourney Weaver, la teniente Ripley

Sigourney Weaver, como se puede apreciar en la foto, es una mujer atractiva, con una mirada viva, inteligente y seductora: una sesentañera con trapío.

Estudió literatura en la elitista universidad de Stanford y en la escuela de artes dramáticas de Yale.

No reparé en ella cuando Woody Allen le dio un ínfimo papel en Annie Hall; en mi disculpa diré que solo estuvo seis segundos en pantalla, pero me comprometo a ver la película por enésima vez para localizarla.

Un año después, (1979) ya como la valiente teniente Ripley protagonizó la que considero la mejor película de ciencia ficción (mis respetos hacia quien elija Blade Runner o 2001).

Naturalmente me refiero a “Alien, el octavo pasajero”, del director Ridley Scott en donde creo que por primera vez la heroína es una mujer.

Cuento la trama para refrescar la memoria de los que la han visto, los que no lo hayan hecho, jovenzuelos o adultos pecadores que la vean so pena de excomunión.

Siete tripulantes- Dallas (Tom Skerritt), comandante de la misión, Ripley (Sigourney Weaver), Kane (John Hurt), Brett (Harry Dean Stanton), Parker (Yaphet Kotto), Lambert (Veronica Cartwright) y Ash (Ian Holm)- viajan a bordo de una nave comercial llamada Nostromo. Están hibernados a la espera de llegar a su destino, que no es otro que la Tierra. Pero son despertados por un aviso que ha detectado el ordenador de la nave, y que proviene de un planeta cercano. El comandante de la nave decide investigar ya que considera que podría tratarse de una llamada de socorro.
Dentro de la nave alienígena, Kane descubre una enorme cámara llena de numerosos huevos, uno de los cuales libera una criatura que se adhiere a su casco, rompiendo su visor y dejándolo inconsciente.
Dallas y Lambert lo llevan hasta la Nostromo, donde Ash les permite entrar desaconsejando el protocolo de cuarentena propuesto por Ripley. Allí intentan arrancar a la criatura del rostro de Kane, descubriendo que su sangre es extremadamente corrosiva. Finalmente, la criatura se desprende por sí sola y cae muerta. Con la nave reparada, la tripulación despega, acopla el remolque y emprende el viaje hacia la Tierra.
Una vez a bordo de la Nostromo y con la oposición de Ripley, quien prefería respetar el tiempo de cuarentena, Kane queda bajo observación. Poco tiempo después parece que se ha recuperado, pero es sólo un espejismo. El alienígena está dentro de su cuerpo. A partir de ahí empieza la caza del alien, ya que éste se ha propuesto acabar, uno a uno, con todos los tripulantes de la Nostromo.

La película no te deja un momento de respiro, las transmutaciones del bicho en una dirección hacia lo humanoide, como en una especie de evolución vampírica que aumenta su inteligencia y cambia su forma con cada una de las muertes que ejecuta, provoca una sensación permanente de pánico. El ambiente aséptico, luminoso y tranquilizador de los lugares habitados de la nave, contrasta con el del que podríamos llamar las tripas de la misma: claustrófico, agobiante, casi irrespirable; una interminable serie de conductos oscuros donde la amenaza puede aparecer en cualquier momento.

En este contexto nos encontramos a Sigourney Weaver, la teniente Ripley última superviviente de los crímenes de lesa astronomidad, que cree haber matado al monstruo y se dispone a ponerse cómoda para volver a hibernar camino de la Tierra.
Pero no, el alien está allí agazapado, cual lobo feroz dispuesto a saltar de un momento a otro sobre Caperucita. Pero algo lo detiene…en la evolución mencionada se ha hecho sensible a la belleza femenina y él como yo, (y muchos más supongo) cortamos la respiración, nos hacemos todo ojos y contemplamos con recreación las larguísimas piernas de Ripley, su atlético cuerpo y tratamos de imaginar lo que se adivina tras la camiseta, aunque el modelito sea tipo obrero de la construcción.
Una secuencia de voyeurismo compartido en que por primera y última vez te solidariza con el alien.
Para el que no se lo crea, aquí dejo la foto.



Después hubo más Aliens, con la misma protagonista y su mismo carácter que no se arredra ante nada, pero...es lo mismo, pero no es igual.
Después Sigourney ha intervenido en multitud de películas, casi siempre en papeles estelares y con una solvencia actoral contrastada, de ellas destaco la ya comentada La muerte y la doncella, Gorilas en la niebla y Mi mapa del mundo.

Como se puede apreciar son películas en las que se requiere una mujer con carácter, con registros de acción o dramáticos; no me gustan, en cambio, por comparación las que en clave de comedia nos la presentan como una señora provocadora, arregladita y maquilladamente seductora.



El atractivo de Sigourney no está en el envoltorio, sino en su penetrante mirada, su expresividad y su fuerza interpretativa no exenta de ternura y feminidad cuando el guión lo requiere, y como testigos ahí están los gorilas que al parecer le tomaron mucho cariño.

viernes, 14 de mayo de 2010


La tuna, los tunos y los tunantes

Define Maria Moliner, en su nunca superado Diccionario del uso del español, la palabra Tunante, en su segunda acepción, de esta manera:
Se aplica a la persona desaprensiva y, a la vez, astuta y hábil para obrar en su provecho. Granuja”.

Como contrapartida a la inmensa decepción, cabreo, retortijones de tripas, tristeza e instintos asesinos hacia tantos tunantes que manejan nuestras vidas desde las Cortes Generales, quiero poner una gota de humor aprovechando la mención de la tuna que hizo en un comentario anterior mi amigo Hosco.

Copio lo que se decía de los verdaderos tunos o soperos que, aunque aquí y ahora me parezcan algo así como una rara avis o el incorrupto brazo de Santa Teresa, tuvo en su momento sentido dentro de la picaresca española.


“Según el Rey Sabio, Don Alfonso X, decía en sus Partidas, TUNA es Yuntamiento que es fecho d' escolares trovadores, por aver mantenencia, andar las tierras e servir las dueñas dellas con cortesanía, añadiendo el Doctor Don Emilio de la Cruz y Aguilar, a la sazón Catedrático de Historia del Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, que Ansí mesmo, la Tuna, es escuela de vida, palestra de ingenios, crisol de amigos nuevos e probanza de antiguos, fontana de alegrías y honra de las Españas.

Definiciones ambas de LA TUNA, que se contienen en el "Libro del Buen tunar, o cancamusa prolixa de las glorias y andaduras de una tuna complutense", compuesto del citado Catedrático, doctorado en tunantesca por la Gloriosa y muy Andariega de la Facultad de Derecho, libro en cuyo prólogo, se hace una breve defensión del MESTER DE TUNERIA.

Dícese TUNO, aquel que, contando en el número de la alegre, curiosa e nocturnal gente y andariega, es ansí mesmo, escolar de Universidad, y desta conjunción d' excelencias ha de siguirse cuan alto es el exercicio de la Tuneria ( ca son los alegres la sal de la tierra, la música matemática de las esferas, y descanso la noche de ánimas estordidas), y por qué dicho exercicio llevó tras sí, como el mesmo de la caballería andante, tantos nobles corazones por los caminos del mundo. Mas, con ser tan excelentes las virtudes de este Mester de Tunería, que pone su gloria en contentar coitados corazones, hay malastrados que lo denuestan, los unos por ignorancia, los otros por invidia o porque algún tuno les sopló la dama, o cosas dese tenor.

Dicen de nos tantas sinrazones, que fuerza es facer aquí y agora, una breve defensión.

Dicen de nos que vésenos asaz frecuentemente en tabernas de casquivanas e mesones de ligue, e dícenlo, los que tal dicen, como si fuera la Tuna, pía unión de conciertos nocturnales y no cofradía de ardorosa mocedad, a la que fuerza es ver do el holgar tenga su asiento. Que a las novenas van los tunos en atavíos no tunescos.

Dicen de nos que no tañemos e trovamos sino medianamente, ca hay fanfarrias, murgas e rondallas de menestrales que lo facen muy mejor que nosotros, echando a olvido, los que tal dicen, que en tuna, de cien partes, son cincuenta música, y las otras cincuenta, dispierto ingenio, galanura sin tasa, polida osadía, cortesanía abundosa e buen trasegar.

Dicen de nos, que por haber mantenencia, ponemos cara; pecado rahez a fe mía, cuando por haber lujos, presentan otros partes muy menos honradas, que no nombro por no poner en boca lo que tiene lugar en el contrario lado. Y asaz dicho se ha.

Dicen de nos que descomulgamos bolsas. Faga quien tal dixese inquisición cabe sí. Verá como es la sangre del mundo, que furguen unos las bolsas de los otros, de manera que bucea el médico en la bolsa del enfermo, el abogado en la del pleiteante, los mercaderes en la de los mercantes, y la gente del Fisco, en la de todo aquel que alienta so el ancho cielo y olió en su perra vida, maravedí o mota o blanca.

Dicen de nos, que no somos sino alborotadores, que no estudiamos ni dexamos estudiar. Cierto sería, si no hubiera en los corregimientos, o dando fé, judgando o defendiendo en estrados, ilustres que, cuando estudiantes, oyeron la llamada de la sangre y siguieron la vida de Tuna falaguera. Desto no es mester pedir ensiemplos al Conde Lucanor, ca de un catedrático de nuestra complutense, que fue Decano de nuestra Facultad, se puede dicir lo que de aquel otro que...
<<>anduvo de tunante,
caramillo tañendo en las albadas,
e las más de las veces,
mozuelas bien templadas,
de las que dan candela,
en frías madrugadas. >>

Y ansí queda dicho brevemente, como aquestos denuestos, no son sino envidia e hipocondría.

El Tuno español, es el último resto vivo de los goliardos europeos, es un tipo afín en el que pueden encontrarse muchas de las notas que los caracterizaron, pero lo fundamental en el Tuno, es cierta mentalidad aventurera y algunas dotes artísticas, que igual pueden manifestarse recitando versos, que oraciones, tañendo, cantando, o bailando la pandereta.

Los Tunos son al mismo tiempo, como lo refleja Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, sin darles todavía tal nombre, "estudiantes pobres, pero ingeniosos, que viajaban de su casa a la universidad y viceversa, o simplemente se mantenían entre la sopa de los conventos y sus habilidades artísticas, y también rondadores románticos, andantes nocherniegos, que perdían, o ganaban, sus horas bajo una ventana o un balcón.”

*Como se puede apreciar en la ilustración de Celedonio Perellón que encabeza este escrito, queda claro, entonces y ahora, a quién sirven los Tunos/Tunantes que nos gobiernan.

martes, 11 de mayo de 2010

La muerte y la doncella
(o Polanski y Schubert)


Hay veces en que el maridaje entre una película y la música es perfecto, así sucede en mi opinión entre el film de Polanski y el cuarteto de cuerdas n.º14 en re menor de Schubert.

Polanski, dominador de las tinieblas del ser humano, y tenebroso él mismo, nos ofrece un paseo por el infierno de la tortura física con sus huellas nunca cicatrizadas en la mente.

En una pirueta del guión un poco forzada, (pero el azar es siempre azaroso) se encuentran torturador (Ben Kingsley) y torturada (Sigourney Weaver) invirtiéndose los roles ante un tercer personaje (el marido de ella) mitad observador que quiere ser razonable y que no confía demasiado en la salud psíqica de su compañera, mitad político mezquino (perdón por la casi redundancia) el cual, restaurada la democracia formal en ese país innominado de latino-america, va a iniciar una brillante carrera que podría verse truncada si a ella se le fuera la mano en su reacción violenta, vengativa y justiciera al querer que el torturador reconozca los hechos y pague una mínima parte de lo que a ella le sucedió.

Los indicios que ella maneja son olfativos y sobretodo auditivos : el timbre de voz del verdugo y la música de Schubert que invariablemente sonaba de fondo cuando la violaba.
No podía el director haber elegido mejor la música, el cuarteto es poderoso, lacerante y según qué pasajes hermosamente lírico (un descanso entre martirio y martirio) para retomar la fuerza de la lucha entre la doncella que quiere vivir y la muerte amenazante. Por algo este cuarteto fue escrito por Schubert en un momento terminal, carcomido por la sífilis.


La película plantea muchos interrogantes de difícil respuesta:

¿Debe pasarse página tras una dictadura sangrienta como si nada hubiera sucedido?
¿Pueden rehabilitarse y reintegrarse a la vida normal los torturadores?
¿Cualquiera de nosotros en circunstancias de impunidad puede llegar a torturar?
¿Los torturadores pueden ser sensibles al arte, la música en este caso, y al amor en todas sus vertientes?
¿Es mejor olvidar que tomarse la justicia por propia mano?
¿Merecen la pena de muerte o la prisión de por vida los torturadores?

En Callosa de Segura conocí a alguien que había sido torturado a cara descubierta por un miembro de la brigada político-social, le pregunté que haría si se lo encontrase y lo reconociera.
En la primera cerveza me dijo que no se acordaba ya de sus facciones y que lo pasado, pasado estaba, que el ojo por ojo no conducía a nada. Tras la cuarta cerveza, Y cuando ya estábamos hablando de cotidianeidades, se le inyectaron de rabia y odio reprimido los ojos y con violencia vomitó estas palabras: me acuerdo perfectamente de su cara, de su mirada, de sus gritos y de los míos; lo reconocería en cualquier lugar, en medio de una multitud… y si pudiera lo mataría.
Pues eso, que este hombre le hubiera dado otro final a la película, es posible que la hubiese titulado “Sin perdón” y probablemente nunca hubiese escuchado más “La muerte y la doncella” por muy hermosa que sea la pieza musical.

viernes, 7 de mayo de 2010



Estar en el Limbo


La socorrida Wikipedia me informa de que:

“El 19 de abril de 2007, la Comisión Teológica Internacional, que fue presidida por Joseph Ratzinger hasta su elección como papa Benedicto XVI, publicó un documento teológico, que no constituye magisterio pero se emite con la autoridad del Vaticano, que subraya que la existencia del limbo de los niños no es una verdad dogmática, sino solamente una hipótesis teológica, entre otras.”

O sea que más o menos viene a decirnos que los niños no bautizados y todo el gentío que no ha tenido oportunidad de haber sido adoctrinado por la Santa Madre Iglesia Católica pero que han sido unos santos durante toda su existencia, quedan al morirse en stand-by, situación que aconsejaría su desconexión para evitar un gasto de energía vital hasta que se resolviera su problemática situación.

Tarea ardua por cierto, porque siendo hijos de la incitadora Eva y el calzonazos de Adán y no habiendo sido redimidos a través del Bautismo, no merecen el premio del Cielo pero tampoco el castigo del Infierno porque no han pecado por sí mismos y con conciencia de hacerlo.

Y además, para más INRI, Dios es infinitamente misericordioso a la par que infinitamente justo, por lo que…un lío casi irresoluble.

En el catecismo de cuando entonces estaba claro: teníamos un limbo o varios (el de los Patriarcas, el de los justos, el de los niños) que permitía que los padres tuvieran un margen de seguridad para organizar el evento bautismal sin la espada de Damocles sobre su infante del que no se sabía a buen seguro si su cerebro podría albergar pecaminosos pensamientos hacia el padre (Freud ya había teorizado sobre el complejo de Edipo) o hacia la madre por algún retraso en darle de mamar o biberonear.

Claro que esto no va conmigo, ni por cuestiones teológicas ni prácticas: a mí me bautizaron como Dios manda, según testimonios de la mayor credibilidad.

Yo, recordarlo, no lo recuerdo, pero seguro que ahí cometí mi primer pecado, es de suponer que blasfemaría contra toda la parentela del ensotanado que me arrojó agua fría sobre la cabeza sin pararse a pensar en el trauma que me causaba: desde entonces sólo me ducho con agua templada.
Eso sin contar con las consecuencias que el cambio brusco de temperatura podría haber causado al bloquear los pocos circuitos neuronales de que el mismo Dios me había dotado para poder estudiar y llegar a ser un hombre de provecho y un funcionario de pro.

Además los chinitos y los negritos, infieles ya de entrada, que en sus tierras de origen tenían sus propios dioses a los que al parecer tenían contentos, que para eso les ofrecían rezos, sacrificios, fiestas y alguna orgía que otra.

Obsérvense los diminutivos empleados y que eran los utilizados en la época por ser considerados dignos de lástima y objeto de recaudaciones, hucha en mano, para la salvación de sus almas a través de las Santas Misiones.

Claro que esos pueblos no necesitaban precisamente que los niños fuéramos pidiendo machaconamente la “voluntad para las misiones” a los transeúntes, voluntad que quedaba achicada por una especie de iva que nos quedábamos en concepto de trabajo no remunerado por el procedimiento de quitar el tapón situado en el cuello cercenado del chino mandarín o del negro de mirada asustada y pelo ensortijado, o bien sustrayendo con paciencia y una caña a través de la hendidura craneal que a modo de trepanación portaban las cabezas-hucha.

Digo, retomando la primera frase del párrafo, que esos pueblos lo que seguramente querían era que los dejásemos en paz con sus creencias y su cultura, y no andásemos esclavizándolos y dándoles hostias físicas a cambio de hostias sagradas.

Lo dicho, que yo soy católico, estoy en la lista de los condenados potenciales y no me queda el consuelo de poder apostatar.

Aunque pensándolo bien yo no quiero ir al Cielo, que allí para cuatro beatas que debe haber seguro que no tienen ni para alquilar un tocadiscos y la verdad es que la música angelical debe ser aburrida y asexuada.

Tampoco quiero ir al Infierno, que allí estará lleno de purpurados pederastas.

¡Yo lo que quiero es que me devuelvan el Limbo, con un buen equipo de música, unos cuantos libros, buen cine y algunos cronopios y esperanzas!