viernes, 5 de diciembre de 2008


Como a estas alturas del año se ha dicho casi todo sobre el otoño y no hemos entrado en el invierno, aprovecho el paréntesis para incluir algo que escribí la pasada primavera... y si cuela, cuela.

"La primavera no me hace ni puñetero caso, como era de esperar, y prosigue su incansable acoso a todo lo que está vivo. Es el momento de la verdad, de la carrera de las plantas por movilizar sus reservas, por brotar, por florecer, por reproducirse. Los animalillos deben estar en quehaceres similares, cada uno según su especie y los instintos que les han sido asignados. O eso, o la muerte, así de naturalmente cruel.
Creo que lo cantaba Jacques Brel: “Es doblemente triste morir en primavera”.
A mí, esta eclosión competitiva de la vida, como me ocurre con las muchedumbres, me produce vértigo. Debo tener el electroencefalograma de la vida un tanto plano.
Pues eso, que estoy un poco muerto, que no me responde el alma a la movida general que está organizada por ahí afuera.
Hace demasiado tiempo que estoy encerrado en esta telaraña que me he fabricado para mi uso y disfrute, ésa que me matiza la luz, las alegrías, los excesos, pero que me deja dentro el cansancio, el hastío, la desesperanza. Eterno espectador desilusionado de lo que la existencia me ofrece. Menos mal que está esa máscara, la que ofrezco a los otros y que incluye notas de humor, alguna frase ingeniosa y un cierto grado de ternura. En fin, el mínimo indispensable para no ser expulsado definitivamente de la comunidad hablante y, de a veces, pensante.
Envidio a todos aquellos que se encuentran bien dentro de su piel, que no se avergüenzan de su imagen reflejada en su espejo interior, que salen a la calle con su espíritu recién duchado, dispuestos a arañar el mundo.
Yo me despierto derrotado, parece que mi yo verdadero se quede en los sueños, esos que casi nunca recuerdo pero que supongo vivo con más intensidad que las realidades cotidianas.
A los “neuras” (y ya se sabe: en primavera y en otoño nos lucimos) nos gusta, o quizás no nos gusta, pero sentimos la necesidad de hacernos los mártires, caer en una complacencia enfermiza. Efecto buscado: que nos quieran, que nos mimen y hasta que nos alaben. Exigimos ser el centro (con descarada timidez), el núcleo de la vida de los demás porque nosotros no encontramos el propio o porque está tan disperso que nos resulta imposible reunirlo. Se confunden los electrones con los protones y no hay manera de aclarar quién tiene que girar y quién quedarse quietecito poniendo un poco de orden en las órbitas.
Me decía el otro día un psiquiatra (parezco un Woody Allen barato) que tengo que jerarquizar y que en esa jerarquía el primero debo ser yo. Bueno, de acuerdo, pero ¿qué hago yo mismo conmigo mismo? Este mismo planteamiento ya implica una esquizofrenia: ¿hay dos “yo”? Claro que esto lo resolvía un amigo escritor afirmando que la figura geométrica ideal no era el círculo, que tiene un solo centro, sino la elipse, que tiene dos. Es decir, que soy un ser elíptico: un centro que se mira el ombligo apiadándose de él y otro que no tiene más remedio que responder a los estímulos, que actuar, que reaccionar ante la vida manteniéndola, aunque sea en sus términos básicos.
Recuerdo una película en la que dos campesinos mexicanos hablaban de su vida miserable y uno de ellos comentaba apesadumbrado: ¡…y encima no podemos esperar que esto lo arregle una revolución porque ya la hemos hecho!
En esas me encuentro, no puedo responder a ¿qué quieres ser de mayor? porque… ¡ya lo soy!
Debería estar consolidando o alimentando los proyectos conseguidos y no, como estoy haciendo, planteando interrogantes quinceañeros pero… ¡Es que la primavera no me hace ni puñetero caso!"

4 comentarios:

monicalvarez dijo...

Hola Quercus:
tienes razón.Muchas veces nuestro ser no está en consonancia con los episodios de la naturaleza.Esos divorcios existen.Sobre la posible existencia de dos yo,no lo creo, pero si pienso que en tu único yo hay un conflicto no resuelto.Y,¿qué pasa con tus afectos?Eso muchas veces ayuda a reconciliarnos con la vida,amarte y amar a otros,sentirte acompañado en medio de la primavera,caminar junto a....
Acá en Chile,sí estamos en primavera.Todo florido,brotes y verdor.Verde que te quiero verde,decía Lorca.Sin embargo,las temperaturas son veraniegas,31ºC.
Eso tampoco calza.He visto nieve en ciudades españolas(a través de TV por cable) aunque sé que están en Otoño.La naturaleza está algo loca,también.
Bueno Quercus,un saludo desde Santiago de Chile

Anónimo dijo...

El pájaro está alegre pq canta, no canta pq está alegre. Cada uno somos responsables en gran medida de nuestros males o sufrimientos, es fácil, si queremos neutralizar las influencias que los factores externos nos causan, bastará con cambiar la forma de reaccionar ante ellos. La constitución de la naturaleza humana, posee todos los elementos para vivir en armonia consigo misma, en perfecto equilibrio. " Esconderemos la felicidad en lo más profundo de cada persona, será el único escondite en el que nadie pensará buscar".... :) Lakshmi.

UMA dijo...

Mirarse es una tarea ardua, saber mirarse casi un milagro.
Has atrapado mi mente y mis sentires.
Tal vez luego de sincerarte piensas:"tampoco es tan asì como me explico" es que las palabras a veces nos retuercen en un enorme laberinto en que ni el sol tiene rendijas por donde filtrar.
Un honor leerte.
Besos de un verano sureño.

Ángel Fondo dijo...

Hay un problema, no soy capaz de hablar de ti cuando sería como decírmelo a mi mismo, y estado en esas, pues mejor me lo digo directamente.
La primavera me remueve por dentro lo quiera o no, es lo natural, así parecemos estar diseñados, para advertir intensamente ese movimiento visceral. Las mujeres en primavera me ponen, me arrastran a la ilusión de soñarlas, me seducen a su pesar o al mío, y eso es un hecho objetivo, imposible evitarlo.
Los espejos me afectan en la medida de que aprecio reflejado en ellos la ausencia, el abandono, la huida de la juventud, y eso me duele en cada intento por forjar nuevas ilusiones.
La depresión, o te amigas con ella o te destruye, en eso se da la mano con la soledad.
¿Dudas? todas, lo conveniente es poder mantenerlas hasta el fin. Qué hacer si desaparecieran, o si así lo diera a entender a los demás, sería terrible tan sólo imaginarlo.

Quercus, efectivamente somos unos tipos elípticos que se han pasado la vida soñando con círculos inexistentes, pues ellas (tanto las ideas claras como las mujeres) son hiperbólicas y en común tenemos, con las mujeres, lo de ser secciones cónicas, algo es algo.
Ahh… y muy acertada la cita cinéfila.

Un abrazo,