Los girasoles ciegos
Ciegos están los que han hecho esta película: deben suponer que ya han muerto todos los que vivieron la posguerra, que nadie guarda memoria de cómo era la vida cotidiana de los perdedores y en especial de los que tuvieron que vivir escondidos como ratas para no ser detenidos, torturados y probablemente asesinados. De no estar ciegos, (quiero pensar en la ceguera y no en la decisión voluntaria de mentir y deformar la historia) no se hubieran atrevido a presentarnos tal cúmulo de inexactitudes históricas por decirlo de una manera suave.
Se podría escribir un libro sobre los errores de ambientación, diálogos, formas de vestir y de vivir de ese año 1940 en una ciudad como Orense.
Me cabrea que un gran guionista como Azcona en su despedida vital y un director con la barba blanca cometan tantos fallos. Pero aún me irrita más que haya críticas favorables y que se haya podido presentar este bodrio como representante del cine español a concursos internacionales.
Podría repasar minuto a minuto la película e ir describiendo los dislates pero no quiero perder el tiempo miserablemente, sólo algunos ejemplos:
• Al comienzo de las clases se izaban las banderas, y al terminar el día escolar se arriaban. Era una labor encomendada a los alumnos de una forma rotatoria. En la película la bandera nacional ya está izada y no está acompañada por las otras dos, la falangista y la carlista que la flanqueaban y que debían ser izadas al mismo tiempo que sonaban los cantos de rigor pero respetando la jerarquía: la nacional debía conservar siempre una altura mayor que las otras dos (un palmo más o menos). Había de tenerse gran cuidado al ir estirando de la cuerdas para que la nacional no se retrasara con respecto a las otras y que coincidiera el final del himno con la culminación en la elevación. Al final, la bandera roja y gualda ocupaba su lugar preponderante en su mástil más elevado. Por supuesto que no se podía escuchar o cantar los himnos con las gorras puestas. • Si no se conoce la letra de “Cara al sol” en la que se ofrenda la vida por la patria raramente se puede entender que la protagonista le explique al cura que su niño no cante “porque quiere vivir para su madre”.
• El diseño de las carteras sobre la espalda con correas y la abundancia de carteras de cuero…qué quieres que te diga. Lo mismo sucede con casi todas las maletas, nuevas y de piel cuando lo normal era utilizar atillos, no tener maleta o que ésta fuera de cartón. • En el aula aparecen dos borradores anatómicos, tipo “salvauñas” que no son propios de la época, en la que se utilizaban trapos; tampoco la tiza era de sección circular si no cuadrada.
• Los niños no llevaban el pelo largo, solían ir rapados por el problema de los piojos. • No parece propio de una mujer de esos años realizar traducciones de alemán, la excusa del aprendizaje por haber mantenido correspondencia con un piloto de la legión Condor es risible.
• La forma de vestir de la protagonista, con trajes ajustados, sin faja, maquillada, y con zapatos topolino no parecen lo más adecuado para pasar desapercibida estando su marido escondido. El curita facha dice “que se bambolea”, es decir que se contonea de forma provocativa. Compárese con la vestimenta del resto de mujeres que aparecen en la cinta.
• El polvo del cura a la almohada es antológica: en los seminarios las monjitas encargadas del lavado de la ropa de cama tenían por costumbre almidonarla o sea que no quiero imaginarme en qué estado quedaría “la cosa”… a no ser que la intención fuera la de una paja masoca, además de guarra, ¡claro que él no tiene que lavar luego la funda!
• El inserto de los buitres picoteando las cuencas de la vaca muerta me parece una logradísima metáfora ¿verdad?...y además de buen gusto. • La calificación moral de la películas no es real; la que oyen los niños, de las calificadas como 4 (gravemente peligrosas) no se proyectaban, todo lo más se permitían las 3-R, o sea, para mayores con reparos (el reparo o reparación consistía en que exigían confesión posterior por los malos pensamientos o acciones que hubiera podido provocar su visión). • La sugerida felación al marido como terapia contra la locura del encierro me parece bien, esto lo digo en serio.
• Si se supone que viven en un piso, de dónde ha salido ese muro medianero tan sólido y tan inútil cuando para ocultar el boquete se utiliza una simple plancha de madera de un armario ropero vacío. ¿Se supone que los vecinos tan dados a las delaciones, no oyen no ven, no intuyen…? ¿Son todos republicanos?
• Y para colmo en el minuto 1:26 cuando el topo, desesperado, se lanza por la ventana y su mujer, que no ha podido impedirlo llora desesperadamente, entonces el niño presente en la escena y que en toda la película parece inteligente, pregunta: ¿Qué pasa mamá?
Todo estos “detalles” pueden parecer anecdóticos y posiblemente lo sean. No tienen suficiente entidad, se me puede decir, como para empañar el fondo de una gran película… pero es que ésta no lo es.
Y no lo es porque no es creíble, y eso es grave cuando la situación que se plantea es real, repetida y presente en la memoria de muchas personas que las vivieron en carne propia, de familiares o de amigos.
La tortura de la existencia como un muerto en vida, siempre con miedo, siempre temiendo ser delatado, siempre entre cuatro paredes de las que sólo ocasionalmente se puede salir al resto de la casa tomando mil precauciones, no queda reflejado en la película, donde nuestro protagonista con su impecable pijama y bata circula con la única cautela de correr las cortinas.
No entiendo tampoco la ambigüedad del comportamiento de la esposa, a no ser que eche mano de la misoginia o del poder todopoderoso de las hormonas. ¡Con un marido enclaustrado, un hijo que es una joyita y una hija que tiene que huir embarazada con su compañero hacia una muerte casi segura…! Como coño se plantea ella la situación de quiero/no quiero, seduzco/me dejo seducir por un curita de la calaña de éste, definido como putero, blandengue, religioso sin vocación, que utiliza como último recurso el disfraz de alférez provisional para envolverse de un machismo seductor para acabar delatando con grititos por todas las ventanas (muchas) la existencia de un peligroso comunista.
No quiero entrar en el destrozo de la novela de Alberto Méndez en la que está basado el guión, porque no me entusiasmó, pero es de juzgado de guardia el tratamiento que se da al segundo de los cuatro relatos que la componen.
Aplaudo la actuación de Maribel Verdú, de José Ángel Egido y de Roger Princep.
Hans Burmann: Éste no era el tono adecuado para la fotografía de la posguerra, te recuerdo la filmación de “Los días del pasado”, ése era el color y el ambiente.
Rafael Azcona: Gracias por “El cochecito”, “Plácido”, “El verdugo”, “El pisito”, “Ay, Carmela”, “Belle époque” y tantas otras. Seguramente, también habría que agradecerte tu sentido de la amistad hacia José Luis Cuerda, por firmar junto a él esta película, pero eso sólo vosotros dos lo sabéis.
1 comentario:
Caray, no tenía pensado verla, pero ahora que comentas todo esto igual por curiosidad ...
Jajaja.
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