viernes, 17 de abril de 2009


Evtuchenko, otra vez y siempre

Hay libros que he comprado y que no he leído, los hay (muchos) que he abandonado en la página cincuenta, otros los he acabado de mala gana sabiendo que se borrarían de la memoria en el mismo instante de cerrarlos, y existen los que he releído varias veces y he prestado o regalado y he vuelto a prestar o regalar porque su hueco en la biblioteca me resultaría insoportable.

“Entre la ciudad si y la ciudad no” del poeta ruso Evgueni Evtuchenko pertenece a ese último apartado y de él está extraído este poema que es de los pocos que hasta que el señor Alzheimer me lo permita conservaré en la memoria.



Una mujer y un hombre solos, en un puente,

sobre el dormido Sena azul.

Debajo está el tumulto sin sentido, las luces irreales.

Cambia el gobierno en algún sitio,

se pronuncian sabios discursos.

Pero ellos desde el puente, apenas si lo ven:

tan sólo ven el Sena turbio y lento.

Así están, sin palabras y sin besos,

hasta la madrugada, bajo un impermeable,

como un paquete envuelto en celofán

¡un regalo del mundo para el mundo entero!

¡Quiera Dios que no tengamos ni casa ni hacienda,

ni aturdidora comodidad en nuestra vida!

¡Quiera Dios que, estemos donde estemos,

siempre nos encontremos en el puente!

En el puente para siempre inscrito en el cielo.

En el puente que hace sagrado a quien le habita.

En el puente sobre el tiempo,

sobre toda la vanidad y la mentira.

París 1960

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca había oído hablar de Evtuchenko, pero ya casi me es familiar, tengo que darme una vuelta por la bibli y buscarlo.

Hablando con un amigo, le pregunté que libros le habían influido más, contestó que dos, El animal moribundo, de Philip Roth, y Plataforma de Michel Houellebecq , alguien los ha leído?

Lakshmi.

Anónimo dijo...

Mi querido cuate: No voy a comentar nada de Evtuchenco porque no lo he leído; de Mozart, tampoco, porque lo tengo tan alto sobre el pedestal en que lo subí hace un montón de años, que huelgan comentarios; de Allen, sí diría y mucho porque siempre me ha parecido uno de los mejores y con el que me siento más identificado ya que vibramos con la misma onda. Me pregunto si acaso influye en mi altísima consideración el hecho de que él sea judio y yo, sin el más pequeño indicio que me induzca a sospecharlo (sólo mi nariz aguileña y labios carnosos), así lo he intuído de siempre. Pero no divagaré. Me refiero a la entrada anterior que escribiste referida a nuestro héroe. No se puede decir más diciendo tan poco. Eso es elegancia por tu parte. Posiblemente, los años pesan lo suyo y las arterias cerebrales van perdiendo su elasticidad, etc. etc. Como él es un genio, se le puede disculpar cualquier cosa. Esperemos a su próxima película a ver qué ocurre. En cualquier caso, todo lo que ha hecho le asegura un puesto de honor en la historia del cine.

Un abrazo.- Armando Apolonius.

Ángel Fondo dijo...

No me extraña tu pasión por este poema pues tiene una curiosa cualidad, conforme vas regresando a él para leerlo de nuevo se te espiga por dentro y va mostrando todas sus esquinadas melancolías, tan semejantes a las propias de uno.
Esa quietud del Sena y dos siluetas sobre un puente, encarnando la ilusión, la euforia embriagando de eternidad ese ritual de dos seres consiguiendo inventar la única fe admisible, el narcótico más adictivo e inevitable para creer en la única religión valida. Sólo así podemos imaginarnos capaces de superar la sombría y perseverante losa del tiempo.
Por eso vivimos añorando el puente…