miércoles, 1 de abril de 2009


Conclusión


Al contrario de lo que me sucede con las áreas de servicio de las autopistas en donde me siento solo en medio de tanta pulcritud impersonal y fría, me encuentro a gusto en los bares de carretera con esas barras repletas de viandas en franca competencia por lograr las más altas dosis de colesterol, triglicéridos y transaminasas varias.
La primera impresión puede que sea la de suciedad por lo que te encomiendas con fe y esperanza a tu sistema inmune/inmunitario/inmunológico, pero posiblemente no sea la falta de higiene de lo que se trate sino de la acumulación y el desorden en las cosas expuestas, amén de la multitud de papelillos que suelen tapizar el suelo. La estética, por resumir.
También los tímpanos corren peligro ante la presión acústica, pero a mí me compensa, pasado ese primer impacto, por la alegría ambiental, tanto en su vertiente humana (esas mesas con camioneros o familias con niños hiperactivos y vociferantes, engullendo tremendos bocadillos), como por el abigarramiento de olores a cerveza, café, puros y demás aromas procedentes de los hábitos “malsanos” que la gente currante practica con vocación y apasionamiento.
En esos bares uno se atreve a pedir un bocata-tortilla-con-dos-longanizas (o bocata-calamares-con-ración-de-patatas-bravas) sin complejo de culpa ni pensamientos conmiserativos hacia a las vísceras que han de sufrir las consecuencias de una digestión laboriosa.
Lo que en otras circunstancias me resultaría insoportable, no lo es si lo enmarco en un viaje no demasiado largo, en donde la parada de rigor – no es bueno conducir más de dos horas seguidas – tiene la virtud de la integración tribal, casi orgiástica, que te libera del aislamiento del cascarón rodante y el peligro omnipresente de la carretera. La seguridad en suma, cuando ya empezaba a instalarse en tu cabeza la pregunta: ¿Realmente quería yo salir de casa?
Bueno, pues además de todos estos alicientes, que confortarán el resto del viaje cuando el clic onomatopéyico del cinturón de seguridad te traslade mentalmente al lugar de destino…además, digo, está toda la cacharrería que “adorna” el bar, desde expositores con casetes (ahora devedés) de autores inencontrables y cañís, hasta películas porno, caramelos, mieles, aceites, navajas de Albacete, juguetes, llaveros increíbles, etc.
Todo un sub comercio con las esencias patrias donde se funden lo más auténtico de un jamón y un queso lugareños con una botella de vino con la etiqueta con la foto de Franco o de un torero famoso.
Y en las paredes, de un color indefinido, a los lados de la cafetera y de una colección desalineada de licores, unos azulejos se ocupan de incrementar tu acervo cultural con refranes, sentencias y aforismos de hondo calado popular.
En lugar destacado suele haber un letrero que sentencia: “LO MEJOR DE ESTA CASA SON SUS CLIENTES”.
Concluyendo: Esto mismo que reza el cartel en lugar preeminente pienso yo de este blog.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buena descripción de los bares de carretera, me ha dado la risa, y qué rico está lo que sirven, lo mejor es no pensar en higiene ni nada de eso, en mi pueblo eso no existia, y hay que ver lo hermosos que estábamos los vecinos de aquel lugar, esas cosas forman parte de la alegría del viaje.
Laskhmi.

Renou dijo...

La pituitaria de los fumadores no es muy de fiar pero la mía insiste en la idea de que el perfil delos clientes depende en buena medida del tapeo de la carta ofertada.
Son muchos los que han entrado a degustar el potente menú del día de este proceloso bar “on the road” pero pocos los que han optado por manifestar al chef su adicción a los dobles de cerveza de barril marca “tómate un respiro con la que está cayendo”, a las patatas bravas aderezadas con salsa “siempre me he sentido como en mi casa” y a los calamares a la romana fritos en aceite virgen extra de la variedad “en caso de duda con tus amigos”.
Y como casi siempre he puesto algún “pero” a las tapas de menús anteriores, no me parece oportuno cambiar mi peculiar deontología bloguera con la que a todas luces parece tener una elaboración especial:
Dirección General de Hostelería y Afines. Nueva Icaria. No se ve bien la fecha.
LIBRO DE RECLAMACIONES:
A ese pedazo de “bodegón” que ilustra una de las mejores fotografías de la historia de su blog le falta un plato de boquerones en vinagre al “inquieta un poco la polisemia del título de su post, he asomado el morro y en el parking hace un frío del copón”.
PS.
Ya decía yo que me faltaba algo:
- ¡Oído cocina: un carajillo de Terry!
- Gracias.

Anónimo dijo...

Hola! que tal?!
LO QUE NO MATA ENGORDA!!!
y a estas horas, con el estómago rugiendo ya, el ver esta foto ha hecho que mi boca empiece a salivar. He aprendido que no voy a leer tu blog cuando tenga hambre por si acaso.
saludos de un becario que se siente abandonado