viernes, 21 de noviembre de 2008


La mujer del cuadro
Fritz Lang. USA.1944

Probablemente no era la primera vez que veía esta película, pero como no me acordaba absolutamente de nada, la vi anoche como si de un estreno se tratase.
Pecado mortal lo que voy a decir: me aburrí soberanamente.
Si únicamente de esta taxativa apreciación dependiera mi amistad con algunos amigos cinéfilos y amantes, además, de la novela negra y de su transcripción al cine, tengo por seguro que me negarían el saludo, el pan y la sal. Esperemos que no, que sean condescendientes y atribuyan mi crítica a mi ignorancia, a mi aburrimiento (esta vez el vital), a ganas de epatar o simplemente a “cosas de Javier-Quercus”.
Argumento: un señor a un puro pegado, bajito, feo, y con un buzón por boca, que dice estar en la cuarentena (mentira a todas luces), casado y profesor ayudante de psicología tiene una aventura extramatrimonial con una señora que no es la propia, de profesión prostituta de lujo, de muy buen ver y que está retratada en su pose más elegante e inocente en una tienda cercana al lugar donde él y un par de amiguetes, también profesionales del puro y el whisky se entretienen hablando de sus cosas.
Todos ellos son fervientes admiradores de la señora del cuadro, que por lo visto no se vende (el cuadro, la señora sí), aunque sabemos por sus conversaciones lo inalcanzable y lo inapropiado que para sus edades y estatus sería tener una aventura con ella en el caso de presentarse la ocasión.
Dicho y sucedido: cuando el profesor está extasiado mirando el cuadro, el cristal superpone a la pintura la verdadera y real imagen de “ella”, que sin casi mediar palabra lo invita a su casa para mostrarle más cuadros, se supone que en posturas más sugerentes. Él como un zombi se deja arrastrar y antes de que puedan llegar a ninguna “escena de sofá” aparece otro señor, que es su celoso y talludito amante y se quiere cargar al desprevenido profe. Casi lo ahoga, oiga, pero la chica le presta unas tijeras con las que poderle abrir unas cuantas brechas en la chaqueta y tejidos subyacentes al rijoso ricachón (esto se deduce por la amplitud y la decoración del piso que le tiene puesto). Consecuencia de las heridas y de forma instantánea y casi sin derramar una gotita de sangre muere el agresor/agredido.
¿Qué hacer con el cadáver? Pues lo normal, deshacerse de él en un lugar tan inhóspito e inencontrable como para que un boy-scout, sector Mcdonalds lo halle prestamente y haga publicidad directa de su educativa organización. Previamente el profe ha dejado las pistas suficientes en forma de huellas de neumáticos, restos de tela del abrigo, cortes visibles con un alambre de espino, olvido de sombrero, etc.
Para más inri el encargado de la investigación es su amigo el fiscal que lo va poniendo al corriente de los sucesivos hallazgos, rápidamente hilvanados como fruto de la moderna inteligencia científica de la policía y a los que nuestro héroe va respondiendo con meteduras de pata propias de quien es sabedor de lo ocurrido. Menos mal que los amigos son los amigos y no se le ocurre al fiscal preguntarle si había sido él, porque de haberlo hecho hubiera confesado sus culpas y el otro lo hubiera perdonado u ocultado los pecadillos, a cambio, claro, de un: ¿A ver cuándo me la presentas y aquí no ha pasado nada? Pero no, así que la película continúa, ahora con la inclusión de un nuevo personaje: un expolicía corrupto, reconvertido en detective privado a las órdenes del fiambre para vigilar los previsibles devaneos de la moza.Tarea harto cómoda porque ella acude con asiduidad a observar el semblante de los que miran su cuadro, como ya hemos contado.
En fin, chantaje al canto, la cosa se complica ¿cómo deshacerse del sabueso? Fácil, su otro amigo, el médico, le ha recetado al profe unos polvitos para descansar pero advirtiéndole que del reparador descanso al descanso eterno hay un paso y que además la pócima no deja signos de otra muerte que no sea la de siempre, de la que todos morimos: parada cardio-respiratoria.
La cosa está clara, cuando acuda el chantajista ella le pone un whisky “triple mortal” y ya sabiendo por experiencia lo que hay que hacer con los cadáveres, pues eso, a la marcha. ¿Os imagináis que el detective va a caer en tan elaborada trampa? No. Coge el dinero y corre, como Woody Allen, se encuentra con la policía, hay un tiroteo y cae víctima de los certeros disparos de ésta.
Nuestro profe, abrumado por los remordimientos y ya seguro a esta alturas de que lo suyo no es el crimen, ni la aventura, ni la psicología, decide provocarse la mencionada parada vital mientras suena el teléfono, negro y alámbrico como dios manda, para informarle de que el peligro ha pasado. Pero ya es tarde…el sopor lo invade y la muerte parece llamar a su puerta.
Otra vez no, quien llama a su oreja es el conserje que le da cuenta de la hora a la que debía despertarlo.
Todo ha sido una pesadilla, así que cuando nuestro hombre sale a la calle, mira el cuadro y una señorita le pide fuego con aviesas intenciones, él, ya alertado por el ángel de las buenas costumbres corre despavorido a esperar a su santa señora, ignorante (o no) del imbécil que tiene por marido.
Post scriptum: Valiosa joya del film noir, dirigida e interpretada magistralmente, rodada en un contrastado blanco y negro, con la noche y la lluvia como marco casi permanente, lo que la dota de un ambiente angustioso y opresivo, alegoría sin duda del sórdido clima social de aquellos años cuarenta en los EE.UU.
El guión como se habrá podido apreciar nos muestra una inteligencia y una estructura estudiada milimétricamente, sólo comparable a las mejores películas de Hitchcock.
En el plano estético la película es deudora del expresionismo alemán…
Calificación: 10

4 comentarios:

Anónimo dijo...

GAMBITO DE DAMA.
¿Es cómodo el sofá en el que vio la película?
El cartel que ilustra su entrada es bonito, ¿no?
¿Ha leído El arte de injuriar de J.L. Borges?
La crítica de la película me pilla “a contra-plano”. La recuerdo como una de las grandes del cine negro pero la iconoclastia siempre me ha parecido un arma cargada de futuro.
Me comprometo a revisar el negro, el blanco, el gris, la mujer, el cuadro, el aburrimiento y sus esquinas.
Las aperturas más utilizadas por los aficionados al ajedrez son la italiana, la del clérigo español Ruy López y el gambito de dama. Aunque hay muchas variables de esta apertura cerrada, la línea principal, en notación algebraica, es la siguiente: 1. d4 d5, 2. c4…
Supongamos que usted juega con blancas y yo he leído su perfil de bloguero:
1. d4 d5
2. La mujer del cuadro por La vaquilla o El sol del membrillo.
Espero con impaciencia los próximos movimientos de su excelente blog.
Por cierto, muy técnico el post scriptum.
Un saludo,
Leiva.

Anónimo dijo...

Recuerdo esa pelicula, la vi hace años, y me gustó, me gustó mucho,aquella mujer deslumbrante y aquel hombre perdido irremediablemente en una pasión destructora, respiré feliz cuando al final acabó bien, todo habia sido un sueño...parecía tan real cuando sucedia...:), igual son nuestras vidas, reimos, sufrimos, nos agitamos, luchamos contra molinos de viento...pero al final todo acaba bien, fue sólo un sueño... Lakshmi

Ángel Fondo dijo...

Tal y como a ti te pasaba, recuerdo poco de esta película, eso sí, la vi, aunque debe hacer muchísimo tiempo. De la trama, después de leer el espléndido y divertido resumen que has hecho, algo me asoma a la memoria.
Claro está que ese “pecado mortal” no tiene nada del encanto de aquellos, en otro tiempo, tan apetecibles. Más bien, en realidad, lo que te ha pasado es resultado de la purita envidia que tienes (tenemos) de ese pequeñajo capaz de poner cara de inocente o de mafioso malaleche con una pasmosa facilidad, y eso que se ve claramente que no tenía ni media hostia, y nosotros, con ese garbo y cuerpazo que nos han dado, vamos pasando por este mundo sin haber conocido ni a una de todas esa diosas (bueno, mejor sus sucesoras) que trabajaron con él.
Me va enganchando ese humor irónico que utilizas cada vez con más frecuencia, es sumamente refrescante, como lo pienso te lo digo.
Por cierto, ¿juegas al ajedrez?

Un abrazo.

Quercus dijo...

Para Leiva
Los anónimos siempre tienen algo de inquietante, amenazante a veces… menos mal que éste no es su caso; aún así me he releído la Carta Magna para asegurarme de que la tanda de preguntas que inician su comentario no es inconstitucional.
Despejadas las dudas le informo de que dispongo de un magnífico sofá de piel, resultado de una hábil maniobra de compra en una tienda en situación de quiebra y que, aunque a medias con El Corte Inglés, dispongo de un buen televisor de plasma.
Sobre el opúsculo de Borges que me menciona, he de reconocer que no lo había leído, quizá por que el tema de las injurias no me resulta de especial interés, prefiero las actitudes amables y positivas; he de reconocer, no obstante, que su lectura me ha resultado gratificante y que he retenido una frase que despojada del contexto -- usted ya lo conoce-- podría ser útil al comentario que me hace: “Esto, señor, es una digresión; espero su argumento”
Me congratulo de su afición al ajedrez, siempre he considerado que su práctica es mucho más efectiva que rellenar crucigramas o sudokus para mantener activa la mente, dicho esto con todos los respetos.
Yo, que me reconozco perezoso, hace tiempo que no juego al ajedrez y no recuerdo las mejores respuestas ante el “gambito de dama”. Ahora, visto con la distancia de los años, el nombre de la famosa apertura me suena un poco cursi, como a “nouvelle cuisine” y, ante el temor de equivocarme en la aceptación o no del envite de los peones en el centro del tablero, opto por elegir directamente la película “El sol del membrillo” no vaya a sucederme lo que me ocurrió con Karpov en Linares, de desagradable memoria ya que por un fallo de apertura acabó con mi prometedora carrera ajedrecística en poquísimas jugadas y, de paso, con la ilusión de los de mi pueblo que me creían el Bobby Fischer de Andalucía. Así que como los boxeadores inseguros me retiro a las cuerdas y cierro la guardia.
Un placer, caballero, contar con su presencia.