domingo, 22 de marzo de 2009


Gran Torino

He aquí un compendio de lo peor de Clint Eastwood como director de su propio narcisismo.
Espero que no se muera antes de rodar su próxima película en la que pueda enmendar la sarta de americanadas tópicas y cuasi fascistas que constituyen ésta y que para mi sorpresa han valorado muchos como si de una obra maestra se tratara.


Lo que en “Sin perdón” trataba de disfrazar al machote vengador (¿con causa?) de pistolero decadente, aquí se nos muestra sin careta, en estado puro: el chulo yanqui, apoyado de fondo por la omnipresente bandera de las barras y estrellas de la que tan orgullosos se sienten, dispuesto a limpiar el barrio, infestado de “okupas” de todas las razas y colores y en el que él por su mala cabeza o su cabezonería habita como reliquia de las grandezas autóctonas.


Como casi todos los héroes de aquellos pagos ha combatido en una guerra, en defensa, por supuesto, de los “principios” únicos y universales, imponibles por tanto a escala universal. Esa experiencia, también como siempre, le ha marcado el carácter, se lo ha agriado, pero justifica su hombría, su apego a las armas y su obligación de arreglar el mundo con la violencia como instrumento y la superioridad moral como estandarte.


También aparece esa “mancha” anímica torturadora consecuencia de las atrocidades que se vio obligado a hacer en la contienda, unas por obediencia debida y otras por iniciativa propia; estas últimas requieren expiación y la moral fílmica así lo aconseja. Nuestro héroe acaba así crucificado indefenso y, por tanto, redimido y redentor porque su ejemplo no habrá sido en vano: los cobardes asiáticos (él los llama rollitos primavera en un alarde de humor racista) saldrán poco a poco de sus casas y acabarán con las bandas mafiosas que se han adueñado del barrio. Los pioneros en esta lucha serán los que por su contacto benefactor han captado su mensaje y han descubierto la faceta humana escondida tras su apariencia, hosca e intransigente.

Ellos serán los herederos del Ford modelo Gran Torino que, impoluto, representa las esencias de la América que debe permanecer, aunque los continuadores de la tradición sean amarillos inculturizados o negros con vocación presidencial.

El relevo se ha cumplido y sus hijos y nietos, liberales y decadentes, no reciben el “coche símbolo” en castigo a su decadencia aburguesada.
El “Gran Torino” es como “la tierra para quien se la trabaja”, pero en versión derechista.


( No me olvido, Clint, que dirigiste magistralmente “Bird”, “Mystic River”, por ejemplo, y que te dejaste la piel interpretando “El seductor”…pero, por favor entierra a Harry en todas sus vertientes higiénicas y grados de dureza. Tú puedes).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Antes de entrar en el comentario a su post me gustaría citar otra frase famosa de la historia del cine:
¿Hueles eso? ¿Lo hueles muchacho? Es napalm. Nada en el mundo huele así. ¡Qué delicia oler napalm por la mañana! Un día bombardeamos una colina y cuando todo acabó, subí. No encontramos un solo cadáver de esos chinos de mierda. ¡Qué pestazo a gasolina quemada! Aquella colina olía a... victoria.
Apocalipsis Now
GRAN TORINO PEQUEÑO.
Esperemos que una golondrina no haga verano.
Lamento estar de acuerdo con usted sr. Quercus. Lo lamento por la película comentada, como es de suponer.
Mis objeciones no son de crítica cinematográfica: lo de la “ausencia de estilo”, “sencillez narrativa”, “esmerada fotografía” o “gran dirección de actores” tan habitual en otros blogs, a mí me viene grande; mis reparos van más por el lado del “punto de vista” de un director que propone limpiar los neoguetos de nuestras ciudades con el séptimo de caballería.
Por lo visto, para el sr. Eastwood los inmigrantes ya no son lo que eran. Se han difuminado aquellos buenos tiempos de irlandeses borrachos, italianos mafiosos y asiáticos serviles prestos a echar una mano al gran jefe yanqui a la hora de “napalmizar” Vietnam. El nexo que parece unir la nueva amalgama étnica de afroamericanos, árabes, asiáticos y latinos de nuestros suburbios es el mal gusto y la delincuencia. Una lástima: ¡qué fácil resultaría si todos esos indeseables mastuerzos aceptaran una buena educación sentimental a base de testosterona en la barbería más cutre del barrio! y ¡qué buena inserción social se conseguiría si todos esos delincuentes malcarados se compraran una buena caja de herramientas para la construcción!
El sr. Eastwood ha optado por el clasismo y por la tradición. Es una opción. Seguro que tiene su público. No es mi caso: la mayor parte de lo que propone en su película me da grima. Entre la dignidad y la tradición me quedo con la dignidad. Y sin exclusiones.
Me da a mí que el modelo Ford GRAN TORINO tiene un no sé qué de nostalgia hortera. Sí, me hace sentir una emoción parecida a la que pudo advertir el edecán del general Custer en las postrimerías de la batalla de Little Big Horn.
PS.
Nunca hago demasiado caso a lo que se dice entre paréntesis pero con el último de su post voy a hacer una excepción.

Anónimo dijo...

No se molesten demasiado porque la frase citada de Apocalipsis Now haya perdido las comillas. Échenle la culpa a las prisas.

Ángel Fondo dijo...

Una gran decepción. No esperaba de Clint Eastwood una mixtura cinematográfica tan plena de tópicos. En cuanto a los diálogos ni siquiera me atrevo a calificarlos, mejor echar la culpa al doblaje, no creo posible tanto despropósito si no es debido a ello.
El guión parece sacado de uno de esos largometrajes televisivos y lo único salvable, la pertinaz oposición a lo que huele a religión y su inesperado sacrificio último, quedan empañados por la concesión a esa ridícula confesión y por la plegaria final del curita barbilampiño.
En fin, aunque te sigo queriendo, amigo Clint, te prefiero como el silencioso y duro “bueno” del purito en la boca (pues recordarte así es recordar mi juventud) o dirigiendo “Bird”, una obra de arte sin paliativos.
De nuevo estamos de acuerdo, qué le vamos a hacer… ja ja

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Tu opinión está muy bien expuesta y la veo muy válida, pero a mí me pareció que toda esa vena fascistoide y llena de prejuicios (que es propia y representativa de tantos ciudadanos de EEUU y, por extensión, del mundo) se fue diluyendo a medida que Walt Kowalski se implicaba emocionalmente con sus vecinos y sus barreras se iban retirando. Toda esa fachada chulesca no me engañaba, o al menos para mí fue desapareciendo y quedó ante mí un hombre amargado, gruñón y con la lengua muy larga, pero que ya había pagado un alto precio en la vida y que ya era incapaz de atentar contra nadie. Sólo le quedaban sus malos humos y su tremendo orgullo. Pero también un corazón lastimado que aún tenía una oportunidad. Y pese a todas las pestes que echa del barrio, no es indiferente a los problemas de sus dos jóvenes vecinos (curiosamente, ellos saben cómo llegar a su corazón, cosa que no ha conseguido nunca con su propia familia) y por mucha mala lengua y muchos comentarios desagradables que suelte de vez en cuando (y yo menciono en mi crítica que es uin tipo muy mal hablado y cascarrabias), te das cuenta de que en realidad sólo muestran la terquedad de un anciano solo y perdido que necesita a alguien que le ofrezca una mano y le haga ver que no todo es blanco o negro.
En cuanto a su distancia con su familia, considero que tenían culpa tanto él como ellos. Él era culpable por no haber sabido fomentar la unidad familiar y el respeto entre los miembros, y ellos eran culpables por comportarse como buitres. Walt se merecía el trato que recibía, pero ellos tampoco eran inocentes.
En definitiva, no se muestra a un tipo modélico, pero creo que él, efectivamente, se redime. Y lo hace de un modo lleno de dignidad, dejándose matar sin derramar la sangre de nadie y ayudando a sus dos vecinos asiáticos a tener una posibilidad de no acabar en las calles.
El Ford Gran Torino tal vez sea como ese falso sueño americano lleno de brillo y de glamour, pero precisamente lo que me gusta es que lo hereda alguien que supuestamente no tenía la menor opción, alguien que se merece soñar con un futuro mejor que acabar de pandillero y muerto de algún tiro en un callejón sucio. O sea, que se rompe la premisa de que lo mejor tiene que ser para los "blancos".
Y otro detalle: Walt es de origen polaco. O sea, que te vienen a decir que, en realidad, todo eso de los blancos norteamericanos puros y todo eso es una patraña.
(Puedes leer la crítica que hice en su momento en la entrada correspondiente a "Gran Torino" en la web www.filmaffinity.com)
Vivoleyendo