sábado, 7 de marzo de 2009
Camino
Ayer sucumbí a la tentación de ver “Camino” la multipremiada película de Javier Fesser.
Hoy me veo en la obligación de entonar un mea culpa por semejante atrevimiento y mostrar mi cabreo primero hacia mí mismo (esta noche me pondré el cilicio) y después hacia el director que me engatusó durante más de dos horas de una manera tramposa.
He leído unas cuantas críticas, la inmensa mayoría favorables, y las que no lo son no aportan demasiados argumentos que las sostengan.
Soy consciente de que escribir sobre Camino y, necesaria y consecuentemente, sobre el Opus Dei, es ya entrar al trapo, caer en la publicidad, aunque sea negativa, de tan Santa Institución.
Es el mismo problema que dicen tener los periodistas ante las acciones terroristas, ocultarlas es no informar, divulgarlas es amplificarlas.
En la película aparece un ratón, digitalizado y sin gracia, atrapado y liberado de la ratonera, (supongo que es una metáfora) que circula sin dirección precisa, probablemente hacia la jaula otra vez, tal parece su prisa y su desconcierto.
Para no caer en ese mismo despiste y dado que tengo dificultades con la crítica recurro a preguntarle directamente al director:
--¿qué pretendía usted al hacer esta película?--
Como no contesta y agotado el tiempo prudencial de silencio, aprovecho para espetarle:
-Si lo que usted quería era meternos el corazón en un puño, vale, conseguido; si quería situarnos ante una situación límite de dolor en primera persona y de sus padres en segunda ante un cáncer incurable de su hija/niña, también conseguido; si buscaba aterrorizarnos con las imágenes de operaciones quirúrgicas reales y ensañarse con nosotros mostrando primeros planos pues también chapeau…
-Pero… si perseguía mostrarnos lo malos que son los del Opus, ahí no, sólo está bien para una primera y superficial entrega de una serie televisiva (en la 2, a horas intempestivas) para gente que lo desconozca todo sobre la Obra y su Santo Fundador. Buen favor les ha hecho con presentarlos de forma tan ridícula, acartonada y maniquea.
Las gentes del Opus son más inteligentes, más poderosas y hasta más alegres que la cuadrilla de fantasmas: “los supuestos numerarios” que desfilan como zombis hacia el comedor después de haber sido servidos por las también siervas numerarias dirigidas por una aparente sádica amargada. Se lo han puesto como se lo pusieron a Fernando VII, a huevo: no hay más que darse un volteo por internet y constatar la cantidad de páginas que responden a la agresión con la mayor tranquilidad…
Permítame señor Fesser decirle que se ha equivocado con la edad de la niña y que ese pequeño detalle hace increíble buena parte de la narración porque:
-El pretendido enfrentamiento entre el amor al niñato y el dolor, el miedo a la muerte, las dudas y los planteamientos filosóficos sobre el más allá no son propios de tan tiernas criaturas. El beso final imaginado entre los niños resulta forzado, ñoño, pacato e impropio.
Eso sin contar con la pirueta del guión que hace coincidir los nombres para que en la agonía de la niña se confunda la invocación al Jesús-Hijo-de –Dios con el Jesús-Cuco-amiguito que simultáneamente actúa en la representación teatral infantil en la que ella también debería estar, e imaginando a otros amiguitos a los que nombra y que por ser uno negro y otro feo, el sacerdote transfigura en demonios a los que hay que exorcizar a base de chorros de agua bendita.
Disculpemos al sacerdote que, al contrario que el espectador no tiene acceso a las alucinaciones y actúa de buena fe, dispuesto a que nadie ni nada desmerezca las últimas páginas de un curriculum de santoral.
-Las continuas ensoñaciones con colores imposibles (entre Heidi y Amelie) con ratoncitos, florecillas y ángeles de la guarda algo cabroncetes, sí podrían ser creíbles con los once años de la protagonista pero no con los de la adolescente de la historia real en la que quiere basarse. Aquí se le ve el plumero al director de películas como “Pepe Pinto” y “Mortadelo y Filemón”.
Recapitulo: si la intención última del director era contribuir modestamente a poner su granito de arena en la beatificación y posterior santificación de Alexia lo ha logrado. Si ha pretendido hacer una denuncia seria y demoledora de una secta que pretende convertir el sufrimiento infantil en alabanza al Altísimo y motivo de alegría (aplausos incluidos por la buena muerte), y de la renuncia a la felicidad y la esclavización laboral motivo de santidad se ha quedado muy corto. Se le ha quedado en el tintero, para empezar, el infinito amor al poder y al dinero…y a partir de ahí, usted mismo.
Le aconsejo que su próxima película trate sobre el sacrificio de un niño necesitado de una transfusión sanguínea a la que se niegan sus padres, Testigos de Jehová. Le será más fácil y además los “testigos de base” son buena gente y se conformarán con que los escuche y le compren sus revistas primorosamente ilustradas (Atalaya y Despertad) que podrá emplear para ilustrar su melodrama.
Termino como empecé: la culpa del mal rato es mía, por cotilla. Debería haberme comprado el Hola y no salpicar con mi imbecilidad la inocencia y el martirio de la Alexia real, que en paz descanse.
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2 comentarios:
No habría intentado siquiera ver la peliculita de referencia porque me basta con su título que huele malamente a cera rancia de sacristía, pero después de leer tu crítica sobre la misma, me reafirmo en mi decisión primera de ignorarla y no sucumbiré a la tentación (como te ha ocurrido) de dedicarle dos horas de mi vida aunque vinieran a ensalzármela frailes descalzos que solían otrora tener buena labia para el asunto de la prédica. ¿Es que no había otro tema menos lacrimoso o es que el asunto este del Opus y la parafernalia religiosa vende y por tanto es rentable aunque se presente a la manera de crítica descafeinada como parece ser el caso? .
Muy buenas las dos ilustraciones que acompañan a la crítica; la complementan de forma muy efectiva.
Quedo a la espera de posteriores artículos. Éste me ha gustado mucho.
Un abrazo.- Apolonius.
Pues en mi caso el haber visionado la película ha sido con premeditación, consecuencia directa de tu crítica, Quercus, y de mi inagotable curiosidad.
¿Mi opinión?
Sr. Fesser, no le niego los aciertos, que los hay, pues el trazo de algunos personajes es correcto, pues la interpretación de la niña es magnífica, pues el guión inspirado en un hecho real no es malo; pero usted lamentablemente no sabe navegar con soltura, naufraga al intentar dar a la historia lo que podríamos llamar “un nefasto toque personal” y en lo más importante para mí, se le adivina fácilmente que es usted un tramposo al conducir y manipular la historia, y las trampas son como las traiciones, no pueden perdonarse. Usted no tiene dominada la mecánica melodramática, debería darse unas buenas sesiones de cine clásico americano, le recomiendo vea, por ejemplo, algunas cintas de Douglas Sirk o intente contener las lágrimas con algo de Elia Kazan. Ellos no necesitaron nunca ser tan crudos, ni utilizaban el fácil recurso del sueño pasando de hermoso a terrible en un segundo (son hasta grotescas sus oníricas escenas, tan reiteradas y sin apenas robustez trágica). Sí, ya sé que usted, si pudiera, me hablaría de lo metafórico, tan importante en el cine, de lo simbólico en esta o aquella escena concreta, ¿pero acaso esto no pretende ser una feroz crítica al Opus Dei?, pues déjese usted de florituras, déjese de concesiones a la galería del público de lágrima fácil y no me falsee deliberadamente. Lo falso se rebate fácil, es una silla de tres patas, se desequilibra, cae y se lleva consigo al falsario.
Como ves, amigo Quercus, esta vez estamos de acuerdo. Un abrazo.
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