viernes, 30 de abril de 2010


Ovidi Montllor, un xicot d´Alcoi que fa caçons i pel.licules

Tres de la tarde, una cuadrilla de funcionarios portadores de sonrisas se desean un buen “finde”. Además el día es soleado y primaveral. Sensaciones cercanas a la felicidad.Yo, uno de ellos, uno de tantos (que cantaría Raphael) le comento a una compañera que a ver si puedo sacar un ratillo esta tarde y escribir algo en mi blog.

Sobre Ovidi Montllor, por ejemplo. Me suena, contesta ella. No le suena, en realidad. Me acojo a despertar su desmemoria a base de citarle un par de películas “Furtivos” (no la conoce) y “Amanece que no es poco”, y ahí sí acierto. Muy buena, muy graciosa, me dice, y comentamos algunas escenas; bueno pues el guardia civil que va a recoger a la minoría étnica (el negro) que todas las noches sale con las cabras y dice “ a que parezco un masai”, ese guardia civil respetuoso y comprensivo es Ovidi Montllor.

Y entonces me doy cuenta de la distancia generacional y todas esas cosas.

Así que al curro, que no se borre la memoria histórica.


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Ovidi Montllor, (l´Ovidi, per als amics), nació en Alcoi en 1942 y murió a los 53 años en Barcelona , víctima de la hipocresía y el cinismo social, del desencanto de la “sagrada transición” y ayudado por un cáncer de esófago que le quitó la voz primero y después la vida.


Su padre, anarquista bregado en las luchas obreras de una de las pocas ciudades que hizo la revolución industrial (e intentó hacer la otra, la social), Ovidi fue comunista en activo durante toda su vida sobre la base del anarquismo heredado. Difícil combinación, se podrá decir, pero los que fueron sus amigos aseguraban que cocinaba muy bien los dos ingredientes.


Ya de joven, y entre los muchos oficios que ejerció, se dedicó al teatro; primero en su pueblo natal y más tarde, ya en Barcelona desde los 24 años, actuó en grupos independientes y también en la compañía de Nuria Espert, entre otras.En 1968 inicia su carrera de cantante con canciones propias y pone voz y música a los versos, de poetas valencianos (Vicent Andrés Estellés) y catalanes (Espriu, Salvat-Papasseit, Pere Quart, Carner, Sagarra, Riba, etc.).


Como actor de cine interviene en papeles como protagonista (“Furtivos”) y en otras muchas como actor de reparto, con mejor o peor fortuna, más en dependencia del guión y del director, que de su profesionalidad.


En cualquier caso su faceta de cantautor me interesa mucho más. Lo primero que destacaría es su voz (grave, masculinamente seria, que diría Miguel Hernández) y sobretodo su dicción, de manera que si tuviera que mostrarle a alguien cómo suena el catalán en su peculiaridad valenciana (más dulce en mi opinión que la variante catalana de Cataluña), pondría un disco de Ovidi cuando recita un poema.

Y si la dicción era perfecta no lo era menos su forma de estar en el escenario, donde desplegaba toda la sabiduría adquirida en el teatro y las influencias de los maestros franceses desde Leo Ferré hasta Yves Montand, pasando por Bárbara y Serge Reggiani.


De ellos tomó el negro de su vestimenta, que acentúa las expresiones faciales y los movimientos de brazos y manos, y también ese punto de hieratismo, ese saber descansar el cuerpo sobre la columna que tienen los buenos actores. Es una postura estática, pero sin rigidez, que cede a las manos y a los ojos el poder de la comunicación.

Los que nos dedicamos en mayor o menor medida a hablar en público sabemos lo difícil que es no caer en el exceso de gesticulación o en el desmadejamiento soso.


Para redondear, Ovidi, durante mucho tiempo estuvo acompañado por un gran guitarrista, Toti Soler, que según sus propias palabras le servía de almohadón sonoro.No es verdad, Toti ha acompañado a Leo Ferré y es mucho más que un fondo musical, es un virtuoso en la compleja interpretación de las obras de Bach.


Ovidi no tuvo mucha suerte en la etapa final de su vida, restaurada la democracia formal, él como otros cantautores jaleados antes, fueron apartados, marginados, sepultados por la máquina de fabricar votos y hacer lo políticamente correcto. Si ya había libertad, aquellos críticos tocapelotas debían jubilarse y no dar lecciones.


Algunos mantuvieron sus posturas y sobrevivieron malgrait tout (Llach por ejemplo), otros se pasaron a las filas de la casa común y otros volvieron a lo suyo, a su profesión o fueron arrollados por el tren de los medios de comunicación y alienación.

Ovidi fue de los que se quedó sin trabajo, quiso escribir sus memorias pero le pareció irrelevante, pintó algunos cuadros y cuando pudo ser rescatado ya no tenía voz ni para cantar ni para actuar.


Un amigo le quiso dar un puesto de ayudante de dirección pero el productor consideró que no era conveniente para la salud mental del equipo tener un canceroso entre sus filas.

Fills de sa mare!


Nos queda el recuerdo de un hombre coherente con sus ideas, maltratado por los ganadores de siempre y que nos ha dejado canciones tan hermosas como “Homenatge a Teresa”.Parte de sus cenizas están en Alcoi, en el barranc del Cinc, tal como dejó escrito en una canción a modo de prematuro testamento, en la que expresaba su deseo de ser incinerado (soc valecià!) y depositado al lado de un romero para gozar de su aroma.


“Me creereís muerto, pero no, estaré de vacaciones”

2 comentarios:

Unknown dijo...

hola Flovier, he leido y seguire leyendo tus agrococteles, siempre en guerra con el tiempo y el humo. Al principio he pensado que me habia equivocado de pagina, pero rapidamente te he encontrado enredado entre tus personajes y sus destinos.

Hosco dijo...

Negro sobre negro.
L’Ovidi y el decorado.
Toti Soler a su lado, discreto, maestro, sentado.
Valencia-Cinema, Quart 23.
Homenatge a Teresa, les balances, la fera ferotge, els amants, perquè vull, Alcoi i les vacances, la del “home…, si paguen millor”.
A la salida del concierto, l’Ovidi se despidió de cada uno de los asistentes.
No éramos muchos, pero eso no importa, lo reseñable es la dignidad del gesto.
El “pan y circo”, la indignidad cultural y el olvido llegaron más tarde; tuvo otros protagonistas, otros boabdiles, otros votos útiles…
Saludos.