viernes, 26 de marzo de 2010


Marguerite Duras

En algún día de marzo de 1996, seguramente tras ver un documental de homenaje a la escritora recién fallecida, escribí estas impresiones sobre esta mujer valiente, libre, existencialista, comunista desencantada, fumadora, alcohólica e inmensamente humana.


Desde la atalaya inversa de la vejez nos hablaba anoche Marguerite Duras. Sus ojos y sus gestos decían más que las palabras que con gran esfuerzo pronunciaba. Un mundo de arrugas faciales, una garganta rota y unos ojos sabios y sin futuro.

Tuve la impresión de que toda su persona estaba en sus novelas y que éstas, las novelas, no le pertenecían: eran algo ajeno a ella, intuiciones, bosquejos, nebulosos retratos de la personalidad a la que no podía acceder fuera del acto mismo de la escritura.

Asistía Marguerite a la proyección de antiguas entrevistas con el interés y la emoción de quien escucha a alguien admirado pero casi desconocido u olvidado. Creo que en su interior deploraría la estulticia de aquellos entrevistadores que una y mil veces trataban de anecdotizar lo insondable.

Ella, mientras, trataba de averiguar si en aquellas ocasiones dijo algo que le pudiera dar la clave de lo que aún seguía sin entender. En el fondo, late la locura, la esquizofrenia del escritor verdadero.

Recuerdo alguna frase que me impactó: “Cuando se escribe algo que en su momento fue traumático deja de serlo, se olvida o se metaboliza”. Interpreté que las cosas que te suceden cuando las transformas en literatura dejan de pertenecerte, ya no te han sucedido a ti, hay un proceso de transferencia liberador hacia el personaje de la novela que eres tú sin serlo.

Y hay otra cosa que me llamó la atención porque seguramente está en la base de mi misoginia soterrada. Me atrajo y me tranquilizó al mismo tiempo. Estoy tratando de decir que “en la mujer” hay siempre “otra mujer” que se me escapa, que no llego a entender y que me asusta. Supongo que nos debe pasar a casi todos los hombres y de ahí, de la debilidad no asumida nace la represión y el salvajismo hacia las mujeres. No se trata de un reconocimiento a la superioridad femenina: hablo de miedo, de oscuridad, de resortes ocultos, de lazos con el otro lado del espejo, de la cara oculta de la Luna.

Me pareció pues, que Marguerite Duras, desde sus años o desde su lucidez senil, compartía ese pánico: la intuición terrible de su otro yo que le ha empujado a escribir situaciones que dice haber vivido pero que le siguen resultando ajenas, extrañas y que, necesariamente, ha de encarnar en actores literarios para liberarse de su maleficio.

Sentí vergüenza conmiserativa hacia los dos hombres que aparecían junto a ella en la pantalla y que no rozaban siquiera la personalidad de la escritora.

Tangentes estúpidas sobre un círculo negro con una mancha amarilla en el centro: el origen del caos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Margarita Duras, si,la recuerdo perfectamente, hace unos años alguien me dejó ese libro, era importante para mi la opinion y los comentarios que yo podría sacar de aquella lectura,demostrar mi capacidad de observacion..aún me quedaba tánto por aprender..pero esa lectura va unida al recuerdo de noches de verano, cerca de un naranjo, silencio y cielos de terciopelo con brillantes estrellas, en cuanto a la novela, no pude con ella, por más que puse buena voluntad, Memorias de Adriano, se llamaba. Con el paso del tiempo he aprendido a no buscar ninguna salida, a quedarme tranquila y dirigir mis energias hacia dentro, para encontrar lafuente inagotable y aprender el arte de mantenerla bajo control. Si encuentro algo que me interesa lo leo, pero me es completamente indiferente lo que los demás puedan pensar de mi formación académica, eso para mí es libertad...y mucha comodidad.

Anónimo dijo...

Se me olvidó la firma : Lakshmi.

Ángel Fondo dijo...

No hace mucho queriendo hacer un comentario entre gracioso y profundo dije a una dama algo relacionado con “su lado oscuro”, y para suavizar la aspereza de la frase evoque el misterio y belleza de ese lado en la luna. Ella, sin dudarlo, me contesto con rotundidad que no tenía lados oscuros. En mi afán por no desmentirla, pero sin doblegarme del todo, utilicé un requiebro considerado infalible contestándole: Realmente lo que eres es un sol.
No sigo… aunque apunto que su destreza en la siguiente respuesta me hizo desistir a seguir con ese tema.
Este anecdótico diálogo viene al caso en relación a esa reflexión personal que hay en tu texto y que literalmente dice “en la mujer hay siempre “otra mujer” que se me escapa, que no llego a entender y que me asusta”.
Tal vez ellas dirán o pensarán lo mismo de nosotros, la personalidad no es lineal, más bien funcionamos con contrastados sellos de carácter desiguales y curvos.
Esos internos y desconocidos procesos químicos que causan nuestras reacciones más extravagantes o insólitas nos condicionan, y por ello somos más de uno coexistiendo en nosotros. Pero al analizar un comportamiento masculino, desde mi óptica afín, puedo llegar a comprender, en muchos casos, la relación causa/efecto, sin embargo, con las mujeres un eslabón oculto o inexistente escapa a mi raciocinio.
Sin duda, por ello nos son tan esenciales para mantener ese grado de “enigma por resolver” incorporado a la ilusión de acompañarlas. Lo previsible no enamora, lo predecible es más tedioso.
Disculpa si no toqué directamente el tema de Marguerite Duras, soy un poco rebelde…

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Bueno me he liado con las dos Margaritas, Duras y Yourcenar, en realidad no conozco la obra de ninguna de las dos, no le doy más importancia. Pero lo que si me hubiese gustado, es que alguno de vosotros hubiese dicho, ehhhh! que te has liado con las Margaritas, agradezco siempre que me corrijan, yo estoy aqui para aprender de todos, muy lejos de enfadarme, agradezco la buena voluntad de quien me ayuda a dar un paso más.

Lakshmi.