miércoles, 3 de marzo de 2010


Evocación


Las mujeres de cuando entonces cantaban mucho mientras se dedicaban a aquello que en los carnés de identidad figuraba como “sus labores”.

Mi madre lo hacía con una voz que yo recuerdo como muy agradable y afinada; el repertorio no era muy extenso pero ella enlazaba, mezclaba y recreaba las letras inventándoselas o modificándolas.

Fundamentalmente correspondían a lo que se llamaba canción española y que abarcaba coplas, cuplés y hasta fragmentos de zarzuela. También se sabía cantos patrióticos de ambos bandos de la guerra civil, tan presente todavía. Volveré sobre ello.

Tenía asimismo una faceta recitadora a la que ponía mucho entusiasmo y cierta dosis de teatralidad. Recuerdo estos dos poemas, tal como ella los declamaba y que no sé si exactamente corresponden al original (el segundo, de Calderón de la Barca, sí se acerca mucho, con la única variación de “alimentaba” por “sustentaba”.


“Te voy a dar un consejo
que aprendí para mi daño,
el día que me hice viejo
a causa de un desengaño:
Si quieres a una mujer,
quiérela de tal manera
que la dejes de querer
antes que ella no te quiera,
porque en cuestiones de amor
sucede como al reñir,
que es necesario matar
o es necesario morir,
y el que no es tonto prefiere
el dolor con que se mata
al dolor con que se muere.”

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“Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se alimentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.”

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Qercus, después de un agradable paseo por tus escritos, compruebo que tu capacidad literatia va en aumento, lo que me complace grandemente.

Te sigo....
laksmhi

Quercus dijo...

Como dicen los zagales, comentarios como el tuyo animan "un puñao".
Gracias Lakshmi.

Ángel Fondo dijo...

...y yo a la mía, por eso doy un paso atrás y retomo este retazo de tus memorias, pues aquí si encuentro algo haciendo honor al título de tu blog.
No podemos escapar de ese paralelismo en nuestra niñez. Acorde con ello, te diré que esas rimas de Calderón las tengo impresas en la memoria desde aquellos días en que mi abuela Carmen me las recitaba con el logrado afán de mostrarme de forma atrayente algo importantísimo, y que nos lleva a esos otros versos de Ramón de Campoamor:

“De Diógenes compré un día
la linterna a un mercader;
distan la suya y la mía
cuanto hay de ser a no ser.
Blanca la mía parece;
la suya parece negra;
la de él todo lo entristece;
la mía todo lo alegra.
Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira…”

El recuerdo y sus oasis fértiles son un brote azul en el cielo y un privilegio para quien sabe lo importante de amar lo fundamental, lo que nunca perderemos mientras sigamos vivos: El maravilloso sentimiento que conservamos por nuestros antecesores.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Simpático lo que escribes Robin,tantos recuerdos...y el no poder volver por un ratillo a estrechar con el alma a lo que tanto amamos, y que la inmadurez y esa arrolladora fuerza de la vida joven no te permite ver....

Lakshmi.

Illusus 1943 dijo...

Bien Quercus. No se que decir. Me parece guay que evoques a la mujer a través del recuerdo que tienes de tu madre. Hubiéramos valorado más su trabajo y ahora no estaríamos como estamos. Lo malo es que luego vino aquel que ya no recuerso diciendo aquello de
"... que madre no hay mas que una
y a ti te encontré en la calle..."
Que fuerte. ¿Donde está la diferencia si no sabemos vivir sin que ellas ocupen el sitio de la madre?
Vale. Un abrazo.