domingo, 17 de mayo de 2009


Otra ausencia

Se nos ha muerto Castilla del Pino y como es natural la noticia ha sido recogida por todos los diarios y por multitud de blogs que se deshacen en alabanzas. Algunos de los que escriben sobre él le conocieron personalmente y la gran mayoría, como yo, tuvimos limitado el acercamiento a su persona y sus conocimientos a través de algunos de sus escritos.


A mí, desde la adolescencia me interesó la psicología y ya de mayor estudié los dos primeros cursos de carrera en la Uned, no viene al caso mi abandono, pero sí diré que el alumnado allí reunido en las pocas clases presenciales que nos ofrecían en aquella época, éramos gente con muchas ganas de aprender y sobre todo (creo no equivocarme) con la secreta intención de conocernos y explicarnos a nosotros mismos ante nosotros mismos.


Saco esto a colación porque Castilla fue una de esas personas que me abrieron –lo intentaron al menos- ensanchar mi concepción de la naturaleza humana desde una perspectiva que unía lo personal con lo sociológico, lo psíquico con lo político. De él aprendí lo poco que sé de la dialéctica y del abordaje de los conflictos como fruto (determinante/determinado/influido), de la dinámica social y del papel de las clases y los roles que cada uno ocupa en esa sociedad que habría que cambiar para evitar o paliar las fuentes de frustraciones y de culpas, origen en muchos casos de lo que llaman enfermedades mentales.


Me fascinaba, además la utilización precisa del lenguaje, y su forma de definir los conceptos con palabras no siempre claras para mí pero en las que intuía una profundidad, un deseo de ahondar, que me estimulaban a aplicarlo en mi propio análisis y en el de la sociedad circundante.


Esta mañana cuando he recorrido visualmente mi pequeña biblioteca me he encontrado con sus libros Un estudio sobre la depresión, Dialéctica sobre la persona, dialéctica de la situación, Cuatro ensayos sobre la mujer, La incomunicación (estos amarillentos y con subrayados), Teoría de los sentimientos y El delirio, un error necesario (estos nuevos, de tapa dura). No están sus dos libros de memorias y faltan, como se puede comprobar, un montón de obras intermedias.


Ahora parece como si me hubiera pillado su muerte con los deberes sin terminar: los libros que no he leído y los que he dejado a medias. Ya me ocurrió con Manuel Vázquez Montalbán, con Francisco Umbral, con Eduardo Haro Tecglen, con tantos otros que consideraba inmortales, esa misma inmortalidad para la lectura que yo mismo me concedo y que en el momento de escribir esto se me aparece tan frágil que voy a acabar aquí y acariciar ese primer libro de Castilla del Pino que seguramente me hará estornudar por el polvo y sus ácaros, que esos sí, están vivos.


A mi amigo A.R que me estimuló a leer sus últimas obras, entre la admiración y el enfado por algunas de las confesiones íntimas en entrevistas recientes, dedico estas líneas y la invitación a que las amplíe desde el conocimiento directo que tuvo de su persona y del estudio atento y crítico de su obra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una invitación para buscar sus libros, ya tengo localizado "una historia de la depresión", despacito llegarán los demás, prometo informar. Lakshmi.