viernes, 25 de junio de 2010


La leyenda del beso/ Amor de hombre

A las denominadas eufemísticamente clases populares, les gustaba la zarzuela, (o sea, a todo el personal, excluyendo por un lado a los miserables - o pobres de necesidad-, y por el otro, a la burguesía/burguesía- o ricos sin pedigrí- y a la aristocracia - o sangre azul-)

La zarzuela ha sido considerada, seguramente por el motivo antes expuesto de la calidad de los receptores, como género chico frente a la ópera, que no necesitaba adjetivaciones para aclarar que era el género grande.

Esas clases sociales más bien urbanas, humildes e incluso pequeño-burguesas, eran las destinatarias de estas obras que se entendían porque estaban escritas en castellano y porque las historias que contaban eran próximas, cotidianas, ensalzadoras de amores apasionados, de traiciones, de heroísmos o cobardías, de toreros y de gitanos, de terruños incrustados, de madrileñismos castizos o de andalucismos folclóricos con acento falso…todo eso y más era la zarzuela, pero ante todo era española, española de España.

Se podía montar además sin grandes escenarios, con cuatro trajes regionales y con cantantes a los que no se les exigía que fueran capaces de dar el “do de pecho”; si acaso era más importante que lo del pecho lo lucieran ellas y que ellos tuvieran un cierto atractivo personal que ayudara al respetable público a identificarse con los personajes y sus peripecias.

Lo de los tenores y las sopranos tipo armario, disfrazados de cosas exóticas, que cantaban en un italiano impostado – no digamos nada si era alemán- dando grandes gritos en la oreja mismo de la colega si era él, o emitiendo gorgoritos en el mismo pabellón auditivo del “colego" si era ella... esto, digo, quedaba reservado junto a un gran despliegue orquestal y a un "marco incomparable", a la ópera.

Bueno, pues una de esas zarzuelas era La leyenda del beso, cuyo intermedio orquestal es una de esas melodías que se me quedó grabada cuando entonces y que llegaba a emocionarme y a hacerme sentir una nostalgia blanda de un tiempo que no viví (la obra es de 1924).

Actualizada la trama parece que la zarzuela se basa en que…

“Cuenta la leyenda, que después de la creación, Dios se reunió con Eva y Adán y les dijo:

- Todo lo que veis a vuestro alrededor os lo dejo para vuestro goce, la frutas más jugosas, las flores mas bellas, el agua de los ríos para solazaros. Los animales estarán a vuestro servicio, respetadlos como criaturas mías que son, y os darán alimento para el cuerpo y el espíritu, amaos el uno al otro porque yo bendeciré vuestro amor y os colmaré de hijos que alegrarán vuestra juventud y cuidarán vuestra vejez. Solo una cosa tenéis vedada, nunca acerquéis vuestros labios de tal manera que podáis beber el uno del aliento del otro, si así lo hacéis, un poder diabólico se extenderá por vuestra sangre y moriréis de inmediato, recordadlo bien, porque ni yo tengo el antídoto para ese veneno.

Pasaron los días entre juegos y escarceos, bañando sus cuerpos en las cristalinas aguas, y probando de todos los frutos al alcance de su mano.

Una tarde que Adán estaba descansando bajo un manzano, se le acercó Eva acariciándole el rostro con sus largos cabellos, Adán la atrajo para sí, y en ese momento sintió como una fuerza arrebatadora le empujaba hacia los labios de su esposa; trato de resistirse, pero un aliento cálido y embriagador le cegó los sentidos, sus labios se unieron en un beso de fuego, y sus lenguas se abrazaron como dos amantes en celo, perdió el sentido del tiempo y todo su cuerpo se incendió como nunca antes había sentido. Las palabras de Dios se perdieron entre los pechos de Eva.

En ese momento se apareció un Yavhé colérico y blandiendo la espada de la muerte les increpó con voz de trueno:

-¡Habéis osado desafiarme!, os entregué todo, os di de todo de lo que yo podía gozar, solo os prohibí lo único que hasta a mi me ha estado vedado.

A partir de ahora, tú, Adán, desearás ese beso con todas tus fuerzas, pero Eva te lo negará siempre. Te lo hará rogar, suplicar, y cuando lo consigas, su goce te durará menos que una flor de mayo, se deshojará y se marchitará hasta que no te sepa a nada. Toda tu vida será la eterna búsqueda de este beso sagrado que acabas de profanar, y vagarás como alma en pena tras una quimera hasta que tus labios se quiebren con el rictus de la muerte.

Desde entonces, los hombres buscan los labios de la mujer con incontenible deseo, los poseen y al poco, parten arrastrados por la maldición ancestral. Solo algunos afortunados comprenden alcanzando el beso supremo, que el amor le ha redimido, que ya no necesitarán seguir vagando, que el aliento del paraíso se enciende en la boca de la mujer que aman.”

Esta dramática leyenda y esa preciosa música se han transformado en este bodrio incomprensible intitulado Amor de hombre y del que me niego a hacer ningún comentario aunque… prestarse, lo que se dice prestarse, se presta.

Oigan ustedes esta versión orquestalLa leyenda del beso/ Amor de hombre

A las denominadas eufemísticamente clases populares, (o sea todo el personal excluyendo por un lado a los miserables o pobres de necesidad y por el otro a la burguesía- burguesía o ricos sin pedigree y la aristocracia o sangre azul) les gustaba la zarzuela.

La zarzuela ha sido considerada, seguramente por el motivo antes expuesto de la calidad de los receptores, como género chico frente a la ópera, que no necesitaba adjetivaciones para aclarar que era el género grande.

Esas clases sociales más bien urbanas, humildes e incluso pequeño-burguesas, eran las destinatarias de estas obras que se entendían porque estaban escritas en castellano y porque las historias que contaban eran próximas, cotidianas ensalzadoras de amores apasionados, de traiciones, de heroísmos o cobardías, de toreros y de gitanos, de terruños incrustados, de madrileñismos castizos o de andalucismos folclóricos con acento falso…todo eso y más era la zarzuela, pero ante todo era española de España.

Se podía montar además sin grandes escenarios, con cuatro trajes regionales y con cantantes a los que no se les exigía que fueran capaces de dar el “do de pecho”; si acaso era más importante que lo del pecho lo lucieran ellas y que ellos tuvieran un cierto atractivo personal que ayudara al respetable público a identificarse con los personajes y sus peripecias.

Lo de los tenores y las sopranos tipo armario, disfrazados de cosas exóticas que cantaban en un italiano impostado – no digamos nada si era alemán- dando grandes gritos en la oreja mismo de la colega, o ella emitiendo gorgoritos en el mismo pabellón auditivo del “colego”, quedaban reservados a la ópera.

Bueno, pues una de esas zarzuelas era La leyenda del beso, cuyo intermedio orquestal es una de esas melodías que se me quedó grabada cuando entonces y que llegaba a emocionarme y a hacerme sentir una nostalgia blanda de un tiempo que no viví (la obra es de 1924).

Actualizada la trama parece que la zarzuela se basa en que…

“Cuenta la leyenda, que después de la creación, Dios se reunió con Eva y Adán y les dijo:

- Todo lo que veis a vuestro alrededor os lo dejo para vuestro goce, la frutas más jugosas, las flores mas bellas, el agua de los ríos para solazaros. Los animales estarán a vuestro servicio, respetadlos como criaturas mías que son, y os darán alimento para el cuerpo y el espíritu, amaos el uno al otro porque yo bendeciré vuestro amor y os colmaré de hijos que alegrarán vuestra juventud y cuidarán vuestra vejez. Solo una cosa tenéis vedada, nunca acerquéis vuestros labios de tal manera que podáis beber el uno del aliento del otro, si así lo hacéis, un poder diabólico se extenderá por vuestra sangre y moriréis de inmediato, recordadlo bien, porque ni yo tengo el antídoto para ese veneno.

Pasaron los días entre juegos y escarceos, bañando sus cuerpos en las cristalinas aguas, y probando de todos los frutos al alcance de su mano.

Una tarde que Adán estaba descansando bajo un manzano, se le acercó Eva acariciándole el rostro con sus largos cabellos, Adán la atrajo para sí, y en ese momento sintió como una fuerza arrebatadora le empujaba hacia los labios de su esposa; trato de resistirse, pero un aliento cálido y embriagador le cegó los sentidos, sus labios se unieron en un beso de fuego, y sus lenguas se abrazaron como dos amantes en celo, perdió el sentido del tiempo y todo su cuerpo se incendió como nunca antes había sentido. Las palabras de Dios se perdieron entre los pechos de Eva.

En ese momento se apareció un Yavhé colérico y blandiendo la espada de la muerte les increpó con voz de trueno:

-¡Habéis osado desafiarme!, os entregué todo, os di de todo de lo que yo podía gozar, solo os prohibí lo único que hasta a mi me ha estado vedado.

A partir de ahora, tú, Adán, desearás ese beso con todas tus fuerzas, pero Eva te lo negará siempre. Te lo hará rogar, suplicar, y cuando lo consigas, su goce te durará menos que una flor de mayo, se deshojará y se marchitará hasta que no te sepa a nada. Toda tu vida será la eterna búsqueda de este beso sagrado que acabas de profanar, y vagarás como alma en pena tras una quimera hasta que tus labios se quiebren con el rictus de la muerte.

Desde entonces, los hombres buscan los labios de la mujer con incontenible deseo, los poseen y al poco, parten arrastrados por la maldición ancestral. Solo algunos afortunados comprenden alcanzando el beso supremo, que el amor le ha redimido, que ya no necesitarán seguir vagando, que el aliento del paraíso se enciende en la boca de la mujer que aman.”

Esta dramática leyenda y esa preciosa música se han transformado en este bodrio incomprensible intitulado Amor de hombre y del que me niego a hacer ningún comentario aunque… prestarse, lo que se dice prestarse, se presta.

Oigan ustedes esta versión orquestal y luego esto otro de Mocedades y pongan la penitencia oportuna.

Jehová o la naturaleza misma ya los ha condenado a estar a régimen hipocalórico de por vida.


Conste que la voz de Amaya en solitario me parece extraordinaria.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mocedades son como miembros de mi familia, han sonado tanto tiempo a mi alrededor, estoy tan acostumbrada a sus voces, que no podría decir si me gustán o nó, los oigo pero no los escucho, forman parte del decorado hogareño, la suerte es que son grabaciones en "cinta", con lo que tienen la caducidad cercana, y en caso de resistir, siempre están las tijeras dispuestas a cortar por lo sano. Aunque en batallas más duras me he encontrado, como las de María Jiménez o la espantosa Mónica Naranja, y siempre el acero me ha salvado.

Lakshmi.

monicalvarez dijo...

Mocedades con Amaya incluída caló hondo en los chilenos quienes pudimos disfrutar de innumerables canciones que nos llegaron al corazón.Sin Amaya nada fue lo mismo.

Saludos desde Chile