viernes, 2 de octubre de 2009


Por dos décimas

Aquel profesor me calificó un examen final con un 6.8.
No era una asignatura importante ni crucial como esas que condicionan las “medias” que determinan si podrás cursar la carrera que con la vocación aún borrosa has elegido.
No, era un curso sin trascendencia académica ni curricular…pero yo me sentí molesto, le concedí a aquella puntuación un valor simbólico que ya no ha dejado de perseguirme; tanto es así –a la intuición me refiero- que fui a hablar/negociar con él.

Primero en un tono hosco le inquirí por sus criterios de evaluación y por la “finura” en las extracción de los decimales. Yo, que por entonces daba clases en un instituto de formación profesional siempre redondeaba las notas al alza y me consideraba en una posición de igualdad como para hablar de colega a colega.
Después, en un tono más sosegado -casi suplicante- le pedí que me pusiera un siete, pero aquel joven profesor, recién revestido de su condición de tal ni se amilanó ni se apiadó en absoluto; tampoco se molestó en revisar la prueba: se limitó a apelar a la suma y la división como operaciones fundamentales de la aritmética calificadora. Punto.

Bueno, pues aquí sigo yo, con mi seis con ocho colgado a la chepa pensando que si alguna vez creí, en mi infancia y primera juventud, que yo era un tipo con posibilidades de destacar en algo, de poseer en potencia un cierto brillo, aquel individuo me instaló premonitoriamente en la realidad: no soy “notable” por dos décimas…así que de “sobresaliente” o de “excelente” ni hablamos.

Me he quedado en un pasable/bien hasta que el señor Alzheimer o simplemente los años me vuelvan a examinar y me rebajen definitivamente la nota.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No había razón para deprimirse, el profesor era novato, y como tal, hacía su trabajo con rigurosa exactitud, la experiencia, el paso del tiempo le enseñarian a ser más benevolente, ¿o quizás tenía razón? y lo que pretendía era sacar el máximo rendimiento, que a buenb seguro, no se consigue con blandengueria. Siempre eché en falta mano dura en mi educación, para lo que después la vida te va a obsequiar, es lo más conveniente, aunque -pobres padres- pena me dan, lo tienen muy difícil.

Anónimo dijo...

La firmita: Laksmi.

Anónimo dijo...

Después de escribir el comentario me he quedado pensando...pobres padres, y pq?,..
Pq es imposible ser libre si se tiene ese título, puedo no tener miedo a nada de lo que me ocurrá a mí, pero nunca podré dejar el miedo de que les ocurra algo malo a "ellos". La familia está organizada para eso, como protección,como una red de ayuda, y nunca podrás dejar de tejer , ingenuamente pensamos que podemos contener, pero la vida va sóla y como quiere...libertad, libertad, hermosa palabra dónde estás?...en perder el miedo, dónde hay miedo no hay libertad
Lakshmi.

Anónimo dijo...

Acabado de leer:

Es el instinto hogareño lo que hace al pájaro volver a su nido y al pez al torrente montañoso donde nació. La semilla vuelve a la t ierra cuando el fruto está máduro. La madurez lo es todo...
Lakshmi.