viernes, 18 de septiembre de 2009
Reconozco que soy un mal lector de novelas: no suelo interesarme demasiado por la historia que cuentan, (la realidad me parece más rica argumentalmente), tengo por eso la tendencia a centrarme en cómo se dibuja a los personajes y las reflexiones que el autor pone en boca de los mismos. Por supuesto que si la escritura es de esas que llaman “fluidas”, de las que no requieren levantar la mirada del papel y reflexionar sobre la frase que se acaba de leer intentando interiorizarla o incluso memorizarla, aprehenderla…el libro comienza a perder puntos y lo normal es que no pase de la página 50, como mucho.
El “cómo” se cuenta suele ser más importante que el “qué” se cuenta; me quedo enganchado de lo que se me antoja un pensamiento brillante o un hallazgo sintáctico…el relato pormenorizado de hechos o descripciones ambientales me aburre soberanamente, por eso en cuanto una novela, salvo la excepciones que a todos nos vienen a la cabeza, (Rayuela por ejemplo) supera las 250 páginas se me alza un muro de prejuicios: inmediatamente pienso que debe haber muchas páginas prescindibles, alargamientos innecesarios, incluso motivos extra-literarios.
Soy consciente de que lo que estoy diciendo no resiste el debate y que influyen mucho mis limitaciones: tengo una capacidad mínima para retener nombres, más si son extranjeros, y me pierdo con extrema facilidad en las tramas intrincadas; por supuesto que me sucede igual con las películas: me hago un lío tremendo con las películas policíacas de esas de urdimbre compleja con muchos personajes, múltiples asesinatos y varias bandas enfrentadas.
Me tengo, en cambio, por un buen devorador de los relatos cortos, destilados, no importa si el tema es de los denominados profundos o si es humorístico (categoría ésta considerada como superficial generalmente); creo que ahí es donde un escritor se la juega, donde se averigua si alguien tiene algo que decir y cómo lo dice. Un solo ejemplo: no he leído ni una novela de Manuel Vicent que me haya gustado lo más mínimo y por el contrario sus artículos, relatos y opiniones en entrevistas me resultan de sumo interés.
Cuando después de una gran victoria el general romano de turno desfilaba entre aclamaciones y vítores, un siervo se limitaba a susurrarle aquello de “memento mori”, un simple “recuerda que eres mortal”, sin lanzarle una larga perorata sobre la brevedad de la vida y de la gloria, los peligros de la soberbia, el endiosamiento, etcétera.
Dejo, pues, para otros más capacitados, la lectura de esas novelas-Amazonas en las que yo, que no sé nadar, me ahogo.
P.S. No hay segundas intenciones, ni juicio de valor en mis palabras porque algunas de las personas que más quiero y admiro disfrutan de su lectura. Conste.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Ya era hora, joder. Verano largo, ¿no?: “Memorias desfragmentadas” muy pero que muy fragmentadas.
País…, Förges. Aviso.
QUERCUS CRIPTOCOMENTADO.
Yo tampoco. Normalidad.
Semana fantástica: XXLL, XL, L, M, P, S, XS.
Magdalenas. Infancia. Fotografía post. Bien. Pendiente. A fondo.
Introspección. Diván.
Depende. Huir.
Novelas grandes.
Duda. ¿No?
Grandes novelas.
Espacio. Tiempo. Literatura. Matemáticas. Canon.
Página 50.
Amistad. Disensión. Confusión intelección.
Extensión: acojono.
Muro 250.
¿“Conversación en la Catedral”?
Listado. Preferencias.
Otras excepciones.
Consta.
Comentario. Brevedad. Coherencia post.
Experimento. Sintaxis. Complicidad.
Otoño. Lluvia. Viento. Saludos.
Debe ser un mal común decantarse por la capacidad de reflexión del autor de una novela anteponiéndola a su argumento; y eso sin dejar de considerar la importancia y virtud de quien consigue arrastrarnos por su hilo hasta el final de una buena historia. Aún así, en gran parte de los casos, ese hilo pierde interés como lógica consecuencia de la facilidad con la que últimamente adivinamos los desenlaces. A la madurez nos ha crecido dentro un “yo” clarividente y es cada vez más difícil sorprendernos con la resolución de una historia inventada. Luego tenemos aquello del “cómo” nos lo cuentan, y estoy contigo en ello, admiro a quien consigue crear magia con palabras o cautivarnos con la particularidad de su lenguaje.
Aunque en mi caso, ya me conoces, hay muchas ocasiones en las que me priva el deseo por encontrar una pequeña joya en lo desconocido. Acaso sea por aquello tan reconfortante de poder recomendar a alguien (por ejemplo a ti) un autor original o una película sorprendente. Y es que soy muy capaz de sacrificar el tiempo de lectura de un libro hasta el doble que tú (100 páginas) antes de abandonarlo de nuevo en el desamparo de su estantería.
Un abrazo.
Saludos amigos mediterráneos.
Entre las cosillas que he leído este verano, destacaría Gitanji de Tagore, es todo belleza, despierta sentimientos profundos en lo más puro del ser, ..."Déjame sólo hacer recta mi vida y sencilla, como una flauta de caña, para que tú la llenes de música...
A la memoria de mi querido hermano.
Lakshmi.
Publicar un comentario