
The Shadows
Nosotros, a los Shadows, les llamábamos al principio “Los The Shadows” con la redundancia interlingual del artículo, propia de nuestra ignorancia y de que entonces el idioma de referencia era el francés, que chapurreábamos con poca fortuna pero que al menos nos sonaba: bien por estar estudiándolo, bien porque nuestros padres iban al vecino país del norte a trabajar temporalmente.
Tengo el honor de haber sido en mi pandilla el primero que escuchó a los Shadows gracias al programa musical Discomóder que presentaba el incombustible Enrique Ginés.
“Apache” fue la melodía definitoria y abanderada del grupo y constituyó una verdadera conmoción el hecho de que un conjunto musical pudiera llegar a ser famoso en aquellos tiempos del Dúo Dinámico, con una pieza únicamente instrumental.
Y qué instrumentos: una guitarra solista (H.Marvin) que sonaba etérea; una guitarra de acompañamiento (B.Welch) que no le disputaba protagonismo pero que cumplía a la perfección su papel con un timbre brillante y claro; un contrabajo que por primera vez era eléctrico y que se permitía hacer solos (J.Bennet) y una batería digna de pertenecer a una banda de jazz (T.Meehan, ya fallecido). Se podía seguir con nitidez cada uno de los instrumentos.
Un sonido limpio, transparente, sencillo, conjuntado a la perfección: mozartiano, si se me permite la irreverencia juvenil.
Pero además transmitían alegría, ganas de vivir, era una música antidepresiva para mí que ya cuando entonces tenía cruzamientos de cables.
Desde entonces (han pasado más de cuarenta años) sigo haciendo proselitismo activo y en determinadas épocas he debido resultar más pesado e incondicional que el Ejército de Salvación. Baste decir que la primera música que oyeron mis tres hijos casi recién salidos de sus madres fue “Nivram”: no mostraron sorpresa ni rechazo, todo lo contrario, debió devolverlos al útero en donde ya la habían escuchado amortiguada y que, pienso, no debía diferir mucho del ritmo cardíaco materno.
La prueba es que para dormirlos los paseaba interpretando la melodía con los labios que trataban de imitar a la guitarra de
Marvin y con los dedos presionaba dulcemente sobre el culito empaquetado marcando el ritmo del contrabajo. No fallaba, se quedaban fritos a la segunda o tercera repetición, sin contar con el ligero mareíllo que debía provocarles mis danzas improvisadas.
“Nivram”, además, fue durante mucho tiempo la sintonía del programa dedicado a la predicción meteorológica y en la tele, entonces en blanco y negro, salían unos paraguas bailando al son de la musiquita.
Me sé de memoria casi todas sus canciones, nota a nota, sobre todo las de la primera época (principios de los sesenta); después hubo cambios en la formación, el batería y el contrabajo, que aunque fueron sustituidos por buenos profesionales su música decayó o dejo de ser novedad, el caso es que llegaron los Beatles, los Rolling y todo dio un vuelco.
Los Shadows parecieron de repente: anacrónicos, desfasados e incluso cursis en su manera de estar en el escenario, con sus trajes impoluta e inequívocamente ingleses, en fila los tres guitarristas, haciendo unos pasitos al unísono cuando querían recalcar lo más rítmico de la melodía. Cursi, ya digo.
Sus actuaciones, en espacios cerrados y embutacados habitualmente, no permitían las efusiones de los conciertos de la nueva ola, ni me imagino al respetable hasta la coronilla de anfetas, ácidos, etc.
Era un público de los que nuestros padres definirían como una juventud sana aunque no les gustaran los chilliditos de las quinceañeras. No sabían ellos que cuando Paganini tocaba el violín, melena al viento y de forma virtuosamente endiablada, también las cortesanas se arrojaban a sus pies o se desmayaban.
Unos cuantos incondicionales seguimos comprando los discos de los Shadows, cada vez más planos, aguantando la decepción y esperando el milagro de la resurrección.
Marvin grabó discos en solitario que fueron un fracaso comercial y en su concierto de despedida volvieron a sus melodías clásicas para unos fans que lucían canas, calvas, barriguitas (ellos) y pelos tintados y cuerpos deslucidos (ellas). También había jóvenes, pero jóvenes también hay en la Iglesia o el PP, o sea.
Las pocas veces que me decido a subirme a la cinta andadora o que tengo que animarme sigo poniendo una selección de los Shadows, cuyo líder, Marvin --me dice el director de marketing de Fender en España-- sigue siendo o ha sido el mejor en el manejo del vibrato.
Sus sucesores: Mark Knoffler, Eric Clapton, Roger Waters (Pink Floyd) me dan la razón en que no andaba muy equivocado al pensar que ha sido el mejor conjunto instrumental de “música moderna” de todos los tiempos, dicho esto con toda la parcialidad y subjetividad de que soy capaz.
P.S. Si mi amigo Salvador (el de la Fender) que sabe de guitarras y de música mucho más que yo, que aporte datos o que me desmienta, y si no lo hace, vale lo dicho.
Nosotros, a los Shadows, les llamábamos al principio “Los The Shadows” con la redundancia interlingual del artículo, propia de nuestra ignorancia y de que entonces el idioma de referencia era el francés, que chapurreábamos con poca fortuna pero que al menos nos sonaba: bien por estar estudiándolo, bien porque nuestros padres iban al vecino país del norte a trabajar temporalmente.
Tengo el honor de haber sido en mi pandilla el primero que escuchó a los Shadows gracias al programa musical Discomóder que presentaba el incombustible Enrique Ginés.
“Apache” fue la melodía definitoria y abanderada del grupo y constituyó una verdadera conmoción el hecho de que un conjunto musical pudiera llegar a ser famoso en aquellos tiempos del Dúo Dinámico, con una pieza únicamente instrumental.
Y qué instrumentos: una guitarra solista (H.Marvin) que sonaba etérea; una guitarra de acompañamiento (B.Welch) que no le disputaba protagonismo pero que cumplía a la perfección su papel con un timbre brillante y claro; un contrabajo que por primera vez era eléctrico y que se permitía hacer solos (J.Bennet) y una batería digna de pertenecer a una banda de jazz (T.Meehan, ya fallecido). Se podía seguir con nitidez cada uno de los instrumentos.
Un sonido limpio, transparente, sencillo, conjuntado a la perfección: mozartiano, si se me permite la irreverencia juvenil.
Pero además transmitían alegría, ganas de vivir, era una música antidepresiva para mí que ya cuando entonces tenía cruzamientos de cables.
Desde entonces (han pasado más de cuarenta años) sigo haciendo proselitismo activo y en determinadas épocas he debido resultar más pesado e incondicional que el Ejército de Salvación. Baste decir que la primera música que oyeron mis tres hijos casi recién salidos de sus madres fue “Nivram”: no mostraron sorpresa ni rechazo, todo lo contrario, debió devolverlos al útero en donde ya la habían escuchado amortiguada y que, pienso, no debía diferir mucho del ritmo cardíaco materno.

“Nivram”, además, fue durante mucho tiempo la sintonía del programa dedicado a la predicción meteorológica y en la tele, entonces en blanco y negro, salían unos paraguas bailando al son de la musiquita.
Me sé de memoria casi todas sus canciones, nota a nota, sobre todo las de la primera época (principios de los sesenta); después hubo cambios en la formación, el batería y el contrabajo, que aunque fueron sustituidos por buenos profesionales su música decayó o dejo de ser novedad, el caso es que llegaron los Beatles, los Rolling y todo dio un vuelco.

Sus actuaciones, en espacios cerrados y embutacados habitualmente, no permitían las efusiones de los conciertos de la nueva ola, ni me imagino al respetable hasta la coronilla de anfetas, ácidos, etc.
Era un público de los que nuestros padres definirían como una juventud sana aunque no les gustaran los chilliditos de las quinceañeras. No sabían ellos que cuando Paganini tocaba el violín, melena al viento y de forma virtuosamente endiablada, también las cortesanas se arrojaban a sus pies o se desmayaban.
Unos cuantos incondicionales seguimos comprando los discos de los Shadows, cada vez más planos, aguantando la decepción y esperando el milagro de la resurrección.
Marvin grabó discos en solitario que fueron un fracaso comercial y en su concierto de despedida volvieron a sus melodías clásicas para unos fans que lucían canas, calvas, barriguitas (ellos) y pelos tintados y cuerpos deslucidos (ellas). También había jóvenes, pero jóvenes también hay en la Iglesia o el PP, o sea.
Las pocas veces que me decido a subirme a la cinta andadora o que tengo que animarme sigo poniendo una selección de los Shadows, cuyo líder, Marvin --me dice el director de marketing de Fender en España-- sigue siendo o ha sido el mejor en el manejo del vibrato.
Sus sucesores: Mark Knoffler, Eric Clapton, Roger Waters (Pink Floyd) me dan la razón en que no andaba muy equivocado al pensar que ha sido el mejor conjunto instrumental de “música moderna” de todos los tiempos, dicho esto con toda la parcialidad y subjetividad de que soy capaz.
P.S. Si mi amigo Salvador (el de la Fender) que sabe de guitarras y de música mucho más que yo, que aporte datos o que me desmienta, y si no lo hace, vale lo dicho.