lunes, 23 de febrero de 2009
Quercus es el responsable del desaguisado. Me ha invitado a participar en el blog. He aceptado hacerlo aunque sea por una sola vez, pero también ha sido advertido de mis pocas aptitudes de escribidor. Lavo, pues mis manos.
Hablemos del hombre y sus rutinas. Entre ellas destaca la religiosa. La inmensa mayoría acepta la religión entendida como herencia o ni siquiera se lo plantea. Como cuando se hereda un nombre, o un jarrón chino, o un óleo de un antepasado.
O sea, a efectos estadísticos, cada cual figura adscrito a ese determinado credo recibido, sin arte ni parte. La gente puede ser: creyente, atea, agnóstica (o a lo mejor, sólo escéptica) o indiferente. Además está la religión de Santa Bárbara, o sea la de quienes sólo se acuerdan del tema cuando truena, a tenor del refrán archisabido. Consiste en esperar para decantarse sobre el asunto cuanto más tarde mejor, en el lecho mortuorio generalmente y ello por si las moscas... no vaya a ser que todo aquello que le dijeron de chico pudiera ser cierto. El colmo de la inconsecuencia, pero también la opción más frecuente, parece ser.
Esto da idea de hasta qué punto puede llegar la superficialidad de la mayoría de bípedos sin plumas a la que pertenecemos, (pero también puede haberlos con plumas pero eso es otro cantar que se puede dejar para otro día).
Prosigamos. "Religión" viene de "religare", volver a atar. Se presupone que el hombre, en su andadura, una vez estuvo ligado a ella (a la religión, claro) y se desató. Para eso se inventó el término y el concepto que nos ocupa. Es preciso dejar las cosas atadas y bien atadas porque si no, la gente se puede desmandar y ¡eso, no: orden y concierto!
Me pregunto que para qué necesitamos una religión si no nos puede dar razón incontrovertible a nuestras demandas del espíritu. Porque no la necesitamos para tener una moral incluso estricta. Bastaría para ello con la hombría de bien, la filosofía o la sensatez. Además, si somos morales por mandato desde arriba, o por temor del consiguiente garrotazo si transgredimos, poco mérito se le ve a la cosa.
Quizá mejor fuera practicarla por su valor intrínseco, sin temor si esperanza de nada, salvo la auto conformidad, que no es poco premio. Así pues, ¿qué valor puede tener la práctica de algo impuesto por coacción, frente a otra alternativa que sería la libre aceptación por convicción? Tampoco parecer ser necesaria la religión para obtener el equilibrio interior. Muchos abrazan la idea religiosa porque no han sabido dominar eso que se puede llamar "sed de vida": se puede domesticar este impulso y yo daría fe de ello. Personalmente me va bien en este sentido.
Cuando se entiende bien el mecanismo de la existencia, se acepta fácilmente la idea de perecederidad de todo, incluida la vida individual, tema que preocupa a muchos. La absoluta imposibilidad de morir es algo aterrador si se considera fríamente, sin influencias religiosas. La muerte es posiblemente el seguro más efectivo contra el infortunio.
Y finalmente, si pretendemos probar que hay un Dios creador para explicar la existencia de lo existente, inmediatamente nos surgirá la pregunta de las preguntas: ¿Y quién creó a Dios? Y la respuesta que nos dan las religiones no puede ser satisfactoria en modo alguno.
Se impone humildad y reconocimiento de nuestras limitaciones cognitivas. No podemos entender nada en este terreno. Se puede suponer que la realidad existe aunque tengamos vetado el camino de acceso a ella. Consejo práctico: tolerémonos y amémonos un poco si acaso podemos y aceptémonos como connavegantes en este buque sin timón y acaso sin capitán.
Pero ¿qué digo? Me estoy expresando como un predicador, ¡yo, que gracias a Dios, no creo en Dios!
Un abrazo para todas y todos.- Apolonius.-
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reflexiones
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2 comentarios:
Todos nosotros queremos aceptar a alguien que nos promete algo, porque no tenemos luz en nosotros mismos. En el pasado aceptamos muchas autoridades, depositamos nuestra nuestra fe en los demás, y ellos o bien nos explotaron o nos decepcionaron estrepitosamente. De manera que uno debe negar y desconfiar de toda autoridad espiritual. Nadie puede darnos la luz que nunca muere.
Seguir a otro es imitar. Seguir supone no solo negar la realidad propia, la propia investigación integridad y honestidad, sino que además implica que en el seguimiento su motivación es la recompensa... Lakshmi.
A lo mejor tiene razón el señor comunicante Apolo. Lo que pasa es que no tenemos tiempo para pensar en nada. A mí me falta bastante para plantearme todas esas preguntas tan profundas porque aun me parece que no es el momento. De todas formas por si me pilla un auto o me cae una teja en la cabeza no estaria de mas ir pensando en todo eso, porque eso de pensar aunque sea una vez al año no hace daño. De momento, no estaría nada mal ir preparandose. Victorio.
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