martes, 11 de mayo de 2010

La muerte y la doncella
(o Polanski y Schubert)


Hay veces en que el maridaje entre una película y la música es perfecto, así sucede en mi opinión entre el film de Polanski y el cuarteto de cuerdas n.º14 en re menor de Schubert.

Polanski, dominador de las tinieblas del ser humano, y tenebroso él mismo, nos ofrece un paseo por el infierno de la tortura física con sus huellas nunca cicatrizadas en la mente.

En una pirueta del guión un poco forzada, (pero el azar es siempre azaroso) se encuentran torturador (Ben Kingsley) y torturada (Sigourney Weaver) invirtiéndose los roles ante un tercer personaje (el marido de ella) mitad observador que quiere ser razonable y que no confía demasiado en la salud psíqica de su compañera, mitad político mezquino (perdón por la casi redundancia) el cual, restaurada la democracia formal en ese país innominado de latino-america, va a iniciar una brillante carrera que podría verse truncada si a ella se le fuera la mano en su reacción violenta, vengativa y justiciera al querer que el torturador reconozca los hechos y pague una mínima parte de lo que a ella le sucedió.

Los indicios que ella maneja son olfativos y sobretodo auditivos : el timbre de voz del verdugo y la música de Schubert que invariablemente sonaba de fondo cuando la violaba.
No podía el director haber elegido mejor la música, el cuarteto es poderoso, lacerante y según qué pasajes hermosamente lírico (un descanso entre martirio y martirio) para retomar la fuerza de la lucha entre la doncella que quiere vivir y la muerte amenazante. Por algo este cuarteto fue escrito por Schubert en un momento terminal, carcomido por la sífilis.


La película plantea muchos interrogantes de difícil respuesta:

¿Debe pasarse página tras una dictadura sangrienta como si nada hubiera sucedido?
¿Pueden rehabilitarse y reintegrarse a la vida normal los torturadores?
¿Cualquiera de nosotros en circunstancias de impunidad puede llegar a torturar?
¿Los torturadores pueden ser sensibles al arte, la música en este caso, y al amor en todas sus vertientes?
¿Es mejor olvidar que tomarse la justicia por propia mano?
¿Merecen la pena de muerte o la prisión de por vida los torturadores?

En Callosa de Segura conocí a alguien que había sido torturado a cara descubierta por un miembro de la brigada político-social, le pregunté que haría si se lo encontrase y lo reconociera.
En la primera cerveza me dijo que no se acordaba ya de sus facciones y que lo pasado, pasado estaba, que el ojo por ojo no conducía a nada. Tras la cuarta cerveza, Y cuando ya estábamos hablando de cotidianeidades, se le inyectaron de rabia y odio reprimido los ojos y con violencia vomitó estas palabras: me acuerdo perfectamente de su cara, de su mirada, de sus gritos y de los míos; lo reconocería en cualquier lugar, en medio de una multitud… y si pudiera lo mataría.
Pues eso, que este hombre le hubiera dado otro final a la película, es posible que la hubiese titulado “Sin perdón” y probablemente nunca hubiese escuchado más “La muerte y la doncella” por muy hermosa que sea la pieza musical.

2 comentarios:

Hosco dijo...

Hay películas lacerantes, entre otras: Deliverance, Furtivos, El señor de las moscas, Los Santos Inocentes, Perros de Paja o La muerte y la doncella; y los dos últimos párrafos de tu post acojonan. La Gestalt pone las comillas que faltan.

Subjetividad o razón, psicología o ética.
Opto por la última. Por supuesto, incluyo a sus jefes.
Mis respuestas hoy –atención al posesivo y al adverbio-, son:
- No.
- Mejor asegurarnos.
- No creo.
- Sí, como demuestra buena parte de mecenazgos de la historia universal.
- Ni olvido, ni perdón. La definición de justicia más antigua que recuerdo es la de Ulpiano: “…la firme voluntad de dar a cada uno lo suyo”.
- No y no; y, como es de suponer, no a la impunidad.

¡Menudo limbo!
Saludos.

Hosco dijo...

…que hasta la Gestalt tiene límites.

Mejor: ¿Subjetividad o razón?, ¿psicología o ética?

Hasta los técnicos de Merrill Lynch, Lehman Brothers y British Petroleum se equivocan. Espero tener una vejez tan apacible ($$$) como la suya.
Elena Salgado tampoco lo hace mal…
Como ves, intento zeligcearme entre los grandes.
Sospecho que no cuela. Fue J.Sabina quien dijo, cito de memoria: “el único pecado mortal es una falta de ortografía”.
Saludos.

“Claveliiitos, claveliiitos, claveliiitos de mi corazón…”: me voy con los tunantes de la tuna.