viernes, 7 de mayo de 2010



Estar en el Limbo


La socorrida Wikipedia me informa de que:

“El 19 de abril de 2007, la Comisión Teológica Internacional, que fue presidida por Joseph Ratzinger hasta su elección como papa Benedicto XVI, publicó un documento teológico, que no constituye magisterio pero se emite con la autoridad del Vaticano, que subraya que la existencia del limbo de los niños no es una verdad dogmática, sino solamente una hipótesis teológica, entre otras.”

O sea que más o menos viene a decirnos que los niños no bautizados y todo el gentío que no ha tenido oportunidad de haber sido adoctrinado por la Santa Madre Iglesia Católica pero que han sido unos santos durante toda su existencia, quedan al morirse en stand-by, situación que aconsejaría su desconexión para evitar un gasto de energía vital hasta que se resolviera su problemática situación.

Tarea ardua por cierto, porque siendo hijos de la incitadora Eva y el calzonazos de Adán y no habiendo sido redimidos a través del Bautismo, no merecen el premio del Cielo pero tampoco el castigo del Infierno porque no han pecado por sí mismos y con conciencia de hacerlo.

Y además, para más INRI, Dios es infinitamente misericordioso a la par que infinitamente justo, por lo que…un lío casi irresoluble.

En el catecismo de cuando entonces estaba claro: teníamos un limbo o varios (el de los Patriarcas, el de los justos, el de los niños) que permitía que los padres tuvieran un margen de seguridad para organizar el evento bautismal sin la espada de Damocles sobre su infante del que no se sabía a buen seguro si su cerebro podría albergar pecaminosos pensamientos hacia el padre (Freud ya había teorizado sobre el complejo de Edipo) o hacia la madre por algún retraso en darle de mamar o biberonear.

Claro que esto no va conmigo, ni por cuestiones teológicas ni prácticas: a mí me bautizaron como Dios manda, según testimonios de la mayor credibilidad.

Yo, recordarlo, no lo recuerdo, pero seguro que ahí cometí mi primer pecado, es de suponer que blasfemaría contra toda la parentela del ensotanado que me arrojó agua fría sobre la cabeza sin pararse a pensar en el trauma que me causaba: desde entonces sólo me ducho con agua templada.
Eso sin contar con las consecuencias que el cambio brusco de temperatura podría haber causado al bloquear los pocos circuitos neuronales de que el mismo Dios me había dotado para poder estudiar y llegar a ser un hombre de provecho y un funcionario de pro.

Además los chinitos y los negritos, infieles ya de entrada, que en sus tierras de origen tenían sus propios dioses a los que al parecer tenían contentos, que para eso les ofrecían rezos, sacrificios, fiestas y alguna orgía que otra.

Obsérvense los diminutivos empleados y que eran los utilizados en la época por ser considerados dignos de lástima y objeto de recaudaciones, hucha en mano, para la salvación de sus almas a través de las Santas Misiones.

Claro que esos pueblos no necesitaban precisamente que los niños fuéramos pidiendo machaconamente la “voluntad para las misiones” a los transeúntes, voluntad que quedaba achicada por una especie de iva que nos quedábamos en concepto de trabajo no remunerado por el procedimiento de quitar el tapón situado en el cuello cercenado del chino mandarín o del negro de mirada asustada y pelo ensortijado, o bien sustrayendo con paciencia y una caña a través de la hendidura craneal que a modo de trepanación portaban las cabezas-hucha.

Digo, retomando la primera frase del párrafo, que esos pueblos lo que seguramente querían era que los dejásemos en paz con sus creencias y su cultura, y no andásemos esclavizándolos y dándoles hostias físicas a cambio de hostias sagradas.

Lo dicho, que yo soy católico, estoy en la lista de los condenados potenciales y no me queda el consuelo de poder apostatar.

Aunque pensándolo bien yo no quiero ir al Cielo, que allí para cuatro beatas que debe haber seguro que no tienen ni para alquilar un tocadiscos y la verdad es que la música angelical debe ser aburrida y asexuada.

Tampoco quiero ir al Infierno, que allí estará lleno de purpurados pederastas.

¡Yo lo que quiero es que me devuelvan el Limbo, con un buen equipo de música, unos cuantos libros, buen cine y algunos cronopios y esperanzas!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Limbo y nirvana, serán parecidos? ahí me quiero ver...

Hosco dijo...

No sé…A mí lo de “limbo” me suena a marca blanca de rebanadas de pan de molde sin fecha de caducidad.
Como según la gramática parda en vigor el subconjunto cronopias se incluye en el conjunto cronopios, a tu isla-limbo final mi arquicortex añade marisco, gel hidratante, crema solar, una sombrilla grande, jamón ibérico, wifi gratuita, berberechos, cerveza, carajillos y tabaco. El resto no tiene desperdicio, ni mácula, ni Fondo Monetario Internacional.
Saludos.