viernes, 12 de diciembre de 2008
Cuando nos daban “Literatura española” (y hablo de cuando entonces) nos explicaron la poesía de los hermanos Machado desligadas de su biografía, o al menos, no se mencionaban ni de pasada sus diferentes posturas ideológicas durante la Guerra Civil.
Si acaso, nos hablaban de Antonio como el poeta profundo y de Manuel como el poeta folclórico; Antonio cantando a la austera Soria, Manuel haciendo lo propio con la alegre Andalucía.
Años después (demasiados) y ya fuera de los libros de texto de la época oscura, Antonio pasó a ser el progresista republicano y Manuel el conservador que escribió un poema “Al sable del Caudillo”.
Sobre estas cuestiones hay tanta bibliografía que no tengo nada que aportar, sólo quiero mostrar dos poemas, uno de Antonio, otro de Manuel, porque, al margen de sus posturas políticas encontradas, yo intuyo dos troncos que comparten muchas raíces:
Retrato
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;
mas recibí la flecha que me asignó Cupido
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Adelfos
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
- soy de la raza mora, vieja amiga del sol -,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando un beso y un nombre de mujer.
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos, ¡pero no darlos! Gloria... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
Que las olas me traigan y las olas me lleven
y que jamás me obliguen el camino a elegir.
¡Ambición!, no la tengo. ¡Amor!, no lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud.
De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme
lo que hago por vosotros hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir!...
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!
Y creo que lo que compartieron, además de su obra teatral conjunta y de su amor fraternal, lo expresa Antonio en este breve poema que delata el tremendo cansancio de vivir.
Al borde del sendero un día nos sentamos
Al borde del sendero un día nos sentamos.
Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita
son las desesperantes posturas que tomamos
para aguardar... Mas ella no faltará a la cita.
…O tal vez la nostalgia de su Sevilla natal, escrita en un papelito encontrado en la cartera de Antonio después de su muerte:
Estos días azules y este sol de la infancia.
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4 comentarios:
Recièn en estos tiempos puedo leer literatura española, a diferencia de la educaciòn europea, los paìses sudamericanos rozamos una educaciòn muy primitiva en los colegios (de un tiempo a esta parte ya està mejor la cosa).
Bellos retazos recoges hoy y sobretodo ese papelito conteniendo:
"Estos días azules y este sol de la infancia."
Como cada quièn que cuando se ilumina escribe en un papel de servilleta de un bar.
Un abrazo, Quercus
Acabo de escuchar algo realmente divertido. Los albergues del camino de Santiago, están plagados de pulgas, con lo que los peregrinos llegan al Santo lugar con el baile de San Vito.
! Como se mezcla lo divino y lo humano,! en un bromazo hilarante, no sé como alguna vez, pude tomarme la vida de forma trascendental, :)....
Feliz domingo, me dispongo a subir al monte a disfrutar de la Madre Tierra.
Lakshmi.
Es curioso comprobar que en Manuel Machado y su poesía hay dos temas capitales, el amor y la muerte, y que ambos los contempla desde esa atalaya sin igual de la vida. Creo que Gerardo Diego lo calificó como “Poeta de la muerte
“Canta tú las fatalidades
que son las únicas realidades:
Amor y Muerte”.
“Sombra, triste compañera
inútil, dócil y muda,
que me sigues donde quiera
pertinaz, como la duda”.
Tan sólo era once meses mayor que su hermano Antonio y sin duda algo común y mágico visitó a ambos en la infancia entregándoles la facultad de componer la más bella poesía.
En el 36, Manuel renegó de las ideas liberales y apoyó al régimen fascista de Franco. Tras la muerte de su hermano todo se le viene abajo, siéndole casi imposible superar esa herida.
Antonio siguió un camino bien distinto, parece que podamos resumir toda nuestra vida en ese papelito del que hablas, el que encontraron en la cartera o bolsillo de su abrigo después de morir.
Mi abrazo, amigo.
Amigo, como siempre sabes seleccionar el núcleo de lo que escribo y además amplías lo que dejo inconcluso o velado. En efecto, como también ha captado Uma , esa frase o esos dos pequeños versos (¿inicio de un poema?) condensan toda la tristeza y la nostalgia de quien siente próxima su muerte y se aferra al recuerdo de los días azules y soleados de la infancia…lo escribe en un papelito y se lo guarda en un bolsillo como un testamento mínimo de sus últimos pensamientos en medio de la derrota, el exilio, la enfermedad, el final.
Y para que no quede tan triston el comentario te(os) dejo aquí un fragmento lleno de ternura y musicalidad:
¡Y esos niños en hilera,
llevando el sol de la tarde
en sus velitas de cera!...
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