Alrededor de la medianoche
(Bertrand Tavernier, 1986)
Esta película tiene dos protagonistas: el jazz y la amistad.
El primero está encarnado por un gran saxofonista americano (Dexter Gordon) y el otro por un publicista francés sin muchos recursos económicos pero dispuesto a darlo todo por salvar el genio creativo y la persona alcoholizada que lo hace posible.
El fondo paisajístico lo ofrece un París casi siempre nocturno con clubes de humo y alcohol, escenario imprescindible para el buen amante de jazz de los años cincuenta en los que se desarrolla la historia.
Dexter Gordon, en su primera y única aparición estelar, cumple a la perfección su papel dentro y fuera de las sesiones jazzísticas (acompañado por un magnífico conjunto liderado por el pianista Herbie Hancock).
Actúa con naturalidad representando el papel de otro saxofonista, Dale Turner,cuya vida en su penúltimo capítulo, en París, antes del hundimiento final en su vuelta a Nueva York, nos quiere narrar el gran Tavernier.
La vida de Turner y la de Gordon debieron tener tantos trazos comunes que hace perfectamente creíble la película y difícil de imaginar que nadie, sino otro músico con la misma sensibilidad, hubiera podido protagonizarla.
Turner/ Gordon es un hombre cansado que vive sólo por y para la música, que sueña con armonías imposibles de interpretar y que piensa que ya ha agotado sus posibilidades.
Se siente heredero de la música clásica del periodo modernista francés (Debussy, Ravel) y de sus continuadores en el terreno del jazz: los creadores del bebop (Parker, Gillespie, Monk…) rompedores de moldes y corsés que habían establecido los grupos y orquestas “de blancos” con su descafeinamiento de la música negra, refugio y rebeldía de un sector marginado, convirtiéndola en una música amable, para bailar.
Es un hombre humilde, afable y casi inseguro, que continuamente pregunta “¿He estado bien?”, y que expresa sin envidias su admiración por sus compañeros del saxo tenor: Young, Hawkins y Webster.
Asistimos, queda ya dicho, al final de una etapa personal que le conduce a las drogas y a la muerte cuando decide “suicidarse” volviendo a Nueva York, pero es hermoso el paréntesis parisino de abstemia, para compensar tanta amistad y tanto amor al jazz.
A propósito, quien no haya leído el relato “El perseguidor” de Cortázar que lo haga. Quizás encuentre ahí la fuente de inspiración.
2 comentarios:
Vale! Leo primero "El perseguidor" y luego, si es usted tan amable, veo la película. ¿O es al revés? Bsos.
Siempre he admirado a quien tiene una gran pasión (no me refiero a amorosa) por alguna faceta de la vida, además hay tanto para elegir. Pero a mi no se me ha dado este don, en general me gustan muchas cosas, pero sin apasionamiento, si lo pienso detenidamente, quizás hay una, y con mi sinceridad absoluta, la confieso sin rubor, dormir, es que soy tan feliz, no tengo sueños,nada me perturba...es como un anticipo del nirvana.
Lakshmi.
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